Vivimos rodeados de símbolos y logos. Una manzana mordida nos recuerda a Apple. Una letra “F” blanca en un cuadro azul nos recuerda a Facebook. Y una cruz nos recuerda de inmediato a Jesús.
La cruz es el símbolo universal del cristianismo. Es central en la obra redentora de Jesús y los propósitos eternos de Dios. Por eso, el apóstol Pablo escribió a los creyentes en Corinto: “Nada me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y Este crucificado” (1 Cor. 2:2).
Pero mientras hoy es fácil ver el símbolo de la cruz en muchos lugares, como algo positivo y lleno de esperanza, ella no evoca el mismo mensaje y sentir en todas las personas. Como también escribió Pablo, “la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden… nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los Judíos, y necedad para los Gentiles” (1 Cor. 1:18-23).
¿Por qué la predicación de un Cristo crucificado es una locura para los que se pierden? Para responder bien a esta pregunta, es útil entender qué era la crucifixión y cómo se realizaba.