“No puedo creer en un Dios que permita esta pandemia”. Aunque muchos se han resignado a la situación actual, esta idea está en incontables personas mientras el mundo se esfuerza por contener la Covid–19. Cuando vemos el dolor y daño que este virus causa, es razonable preguntar: ¿Por qué? ¿Por qué esto tiene que pasar? ¿Por qué un Dios bueno lo permitiría?
Abordar esta pregunta requiere más que un simple ejercicio intelectual. El sufrimiento nos alcanza y sacude sin importar qué creamos. Y aunque una respuesta buena pueda ser convincente para nuestras mentes, lo que más queremos en medio del dolor no es que alguien lo explique sino que se termine. Que las cosas malas desaparezcan. Despertar y descubrir que la pesadilla acabó. Que todo vuelva a ser como antes o incluso mejor.
Pero esto no significa que los creyentes no debemos tratar de hacer nuestro mejor esfuerzo en responder esta pregunta. En especial cuando algunas personas apuntan al “problema del sufrimiento” como una razón para no creer en Dios (1 Pe. 3:15).
Hay al menos dos verdades que podemos compartir con nuestros amigos escépticos en estas horas difíciles, luego de orar mucho, esperar el momento apropiado, y mientras nos esforzamos por hablar con tacto y compasión.
1. El sufrimiento no tiene por qué llevarte a rechazar la fe
El problema del dolor no es un problema para la fe cristiana, que enseña que en este mundo manchado por el pecado las cosas no son como quisiéramos (Ro. 8:19-22). Sin embargo, debajo de la idea de que “un Dios bueno no permitiría el coronavirus” está la creencia de que permitir este mal no tiene sentido o es injusto. Es por esto, se argumenta, que no valdría la pena creer en un Dios que lo permita.
Pero ¿cómo sabemos que este mal en verdad no tiene sentido o es injusto? No tenemos certeza o evidencia de eso. En otras palabras, creer que la existencia del sufrimiento es injusta o sin sentido es un acto de fe para el que no tienes un fundamento comprobable. En realidad, solo porque no puedas pensar en una razón buena y sabia que justifique permitir por un tiempo el dolor no significa que un Dios bueno no exista. Como explica Tim Keller:
“Con el paso del tiempo… la mayoría de las personas llegan a encontrar buenas razones para al menos algunas de las cosas malas que les han acontecido en esta vida, y para el dolor que ocasionaron. ¿Cómo no va a ser entonces posible que, desde la perspectiva de Dios, no haya buenas razones para todo cuanto ocurre?” (¿Es razonable creer en Dios?, loc. 899).
De hecho, si existe un Dios infinitamente sabio y soberano, ¿por qué habríamos de esperar entender completamente por qué permite males como el coronavirus? Nosotros seríamos como bebés que no podrían comprender todo lo que sus padres les digan.
Lejos de ser un argumento contra Dios, la existencia del sufrimiento y cómo lo percibimos más bien puede inclinarnos a creer en Dios, como señaló C. S. Lewis:
“Mi argumento contra Dios era que el universo parecía tan injusto y cruel. ¿Pero cómo había yo adquirido esta idea de lo que era justo y lo que era injusto? Un hombre no dice que una línea está torcida a menos que tenga una idea de lo que es una línea recta. ¿Con qué estaba yo comparando este universo cuando lo llamaba injusto?… Por supuesto que yo podía haber renunciado a mi idea de la justicia diciendo que ésta no era más que una idea privada mía. Pero si lo hacía, mi argumento contra Dios se derrumbaba… ya que dependía de decir que el mundo era realmente injusto, y no simplemente que no satisfacía mis fantasías privadas” (Mero cristianismo, loc. 587).
Para Lewis, el ateísmo resultó ser “demasiado simple” en este asunto porque, para argumentar que el sufrimiento no tiene sentido o que es malo, debes asumir que tienes un estándar para medir esas cosas. Ese estándar tiene más sentido si crees en Dios.
2. En Cristo tenemos lo que más necesitamos
El razonamiento ateo es insuficiente, aunque entendible en medio del dolor (¿quién puede pensar con claridad cuando está sufriendo?). Pero si esperabas hallar todas las respuestas que quisieras en la Biblia, como si ella fuese una enciclopedia donde solo tienes que buscar “sufrimiento” y ¡bingo!, entonces tus expectativas serán sacudidas.
Dios no le dio respuestas a Job. Asimismo, no tenemos un versículo que presente la respuesta definitiva y completa a todas nuestras preguntas. El Soberano no tiene que dar explicaciones. Sin embargo, Él en su gracia nos revela varias verdades sobre el sufrimiento que juntas nos ayudan a tener una visión más completa del propósito de Dios.
Dios usa el dolor para juzgar a este mundo y las personas por sus pecados, pero también lo usa como bocina para llamarnos al arrepentimiento y la confianza en Él (Lc. 13:4-5; 2 Co. 1:8-9), mostrarnos que el mundo necesita restauración (Ro. 8:20-22), disciplinar a los creyentes (Heb. 12:6), exponer nuestros ídolos, y prepararnos para la gloria venidera haciéndonos más como su Hijo (2 Co. 4:7; Ro. 8:28-29). Debemos ser muy cuidadosos y humildes al hablar sobre estas verdades (no quieres ser como los amigos de Job, ¿cierto?).
Pero, aunque Dios nos da un vistazo a sus propósitos, Él no nos dice por qué deben ser alcanzados por medio del dolor. ¿No hay otra forma en que Dios pueda hacer todas esas cosas? Esa es en realidad la pregunta que deberíamos hacernos. Dios no la responde explícitamente (tal vez no entenderíamos su respuesta) pero nos da algo mejor.
Lo que más queremos en medio del dolor no es que alguien lo explique sino que se termine, y el evangelio nos habla de esto. Dios escogió salvarnos por medio del sufrimiento. Él sufrió para acabar con el sufrimiento en el futuro sin acabar con nosotros, dignos de algo infinitamente peor que el coronavirus por nuestra rebelión. Así sabemos que Dios no es indiferente a nuestras lágrimas. Podemos tener descanso en Él, quien ejerció su soberanía en amor a nosotros cuando pagó en la cruz por nuestra redención satisfaciendo su justa ira. Quienes creemos el evangelio podemos vivir con esperanza disfrutando su salvación.
Si Dios tenía todo bajo control cuando su Hijo fue crucificado, en el momento más crucial de la historia, ¿cómo no confiar en que Él es soberano en todas nuestras circunstancias? (Hch. 4:27-28, Ro. 8:28). Si Dios está tan comprometido con su justicia que dio a su Hijo para perdonarnos sin dejar de ser justo, ¿cómo no confiar en que siempre es recto en todo su obrar? (Ro. 3:21-26). Y si Dios nos ama a tal punto que entregó a su Hijo para salvarnos, ¿cómo no va a darnos siempre lo que es mejor para nosotros? (Ro. 8:32).
Esta es la lógica del evangelio. Si en verdad vemos la belleza de esto con nuestros corazones, no podemos no creer en un Dios que nos ama de esta forma (2 Co. 4:3-6).
Ya que Dios está en los cielos y hace lo que le place (Sal. 115:3), y dado que Su voluntad es buena y perfecta (Ro. 12:2), esta crisis del coronavirus es buena para nosotros y por eso Dios la permite. El sufrimiento de Su Hijo lo garantiza. Y por su resurrección, sabemos que las cosas malas serán deshechas. El coronavirus tiene sus días contados. Jesús despertó en el sepulcro para que nosotros algún día también despertemos y descubramos que la pesadilla del sufrimiento se terminó. Todo será mejor que antes.
Una versión de este artículo apareció primero en Coalición por el Evangelio.