“… el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6)
¿Te has preguntado por qué sigues siendo cristiano? ¿Por qué nuestros corazones tan vagabundos no han perdido la fe y continúan amando a Dios a pesar de que somos tan imperfectos, tan distraídos durante horas del día y tan débiles dejados a nosotros mismos?
La doctrina de la perseverancia de los santos, o mejor dicho, de la preservación de los santos, es la respuesta gloriosa a esas preguntas.
¿Qué enseña la doctrina de la perseverancia?
Esta doctrina significa que todos los cristianos, aunque no tengan vidas perfectas, ganarán la violenta batalla de la fe contra la incredulidad, porque Dios les guardará y concederá la victoria que Jesús garantiza, ya que Él nos compró en la cruz.
Esta enseñanza no sólo se deduce de lo que hemos visto en esta serie, sino que la que encontramos explícitamente a lo largo de la Biblia. Estoy seguro de que esta verdad está en la Palabra, tanto como la deidad de Cristo o la salvación solo por fe. Algunos de esos pasajes son:
“Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo” (2 Juan 9).
“… esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 1:7-8).
En otras palabras, alguien que renunció a la fe en Jesús como su Señor y Salvador, nunca tuvo una fe verdadera.
Es importante aclarar que esta doctrina es llamada la perseverancia de los santos, no el libertinaje de los santos. Cuando alguien vive entregado al pecado, en realidad nunca ha sido salvo (1 Juan 3:9). La Biblia es clara cuando dice que debemos perseverar en la fe (Marcos 13:13).
El punto de esta doctrina es que perseveramos porque Dios nos preserva y obra en nuestros corazones para que nunca nos desviemos definitivamente del camino. Esto no podemos comprenderlo a plenitud por ahora, pero la Biblia no ha callado al respecto: Dios es quien produce en nosotros el querer y el hacer por Su buena voluntad (Filipenses 2:12-13; Hebreos 13:20-21).
¿Objeciones?
La idea común opuesta a esta enseñanza es la creencia de que perdemos la salvación si cometemos un pecado extraordinariamente malo. El problema de esta creencia es que no se toma la santidad de Dios en serio, y sin hacer eso no podemos tomarnos la salvación en serio y ver realmente la belleza del evangelio (lee más aquí).
Somos más pecadores de lo que creemos, y ante Dios, todo pecado nos hace merecedores del infierno porque la gloria de Dios es infinitamente valiosa, y cuando pecamos, nos rebelamos contra esa gloria y merecemos un castigo acorde a esa transgresión.
Como resume un gran predicador, si pudieras perder tu salvación ya la habrías perdido ¡y para siempre! Si quienes creen que pueden perder su salvación pensaran seriamente al respecto, ellos no podrían dormir.
No sé por qué las personas que no creen en la perseverancia de los santos (por nombrar una de las doctrinas de la gracia) se aferran en exceso a los poquitos versículos que a simple vista parecen probar que la salvación puede perderse, en vez de afrontar los muchos pasajes que hablan explícitamente que no se pierde, e interpretar las Escrituras a la luz de ella misma.
Como todas las cosas nos ayudan a bien (Romanos 8:28), aún si creemos que la Biblia dice que podemos perder la salvación, podemos tener certeza de que esas advertencias están allí para ser usadas por Dios para llevarnos a perseverar en la fe en la obra consumada de Cristo.
Pero en realidad, necesitamos leer cuidadosamente los pocos versículos que parecen indicar que podemos perder la salvación. Por ejemplo, en Hebreos 10:26-27 leemos:
“Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”
Pero más adelante, en el versículo 39 leemos: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (énfasis añadido). Por tanto, la advertencia en el capítulo es para quienes tienen conocimiento de la verdad pero en realidad no han tenido una fe genuina. Nosotros, los verdaderos cristianos, no retrocedemos para perdición.
“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32). Por eso podemos confiar en que si Dios entregó a Jesús por nosotros, nos dará también la perseverancia que necesitamos para no perder esta salvación que Él nos dio.
Es contradictorio predicar que la salvación se puede perder, al mismo tiempo que se predica que la obra que Jesús realizó es suficiente en todos los sentidos para salvarnos y que la salvación es sólo por gracia.
Creer que puedo perder mi salvación es creer que Dios en realidad no es poderoso para completar lo que inició y que no me ama de verdad. Es creer que mi salvación depende en última instancia de mí y no de Cristo.
¿Por qué esta doctrina importa?
Hay muchas razones por las cuales esta enseñanza es crucial y ya hemos mencionado algunas de ellas de formas muy breves.
Otra de las razones por las cuales esta doctrina importa, es porque le da toda a gloria a Dios y no al hombre. Perseveramos no al mirarnos a nosotros mismos, sino al mirar a Cristo gracias a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Toda la alabanza se la lleva Dios.
Además, esta doctrina nos incentiva a predicar con más fervor. Si no fuese cierta, entonces ¿Para qué evangelizar y llamar a las personas a iniciar un viaje que seguramente no terminarán? Piénsalo. El evangelio no serían buenas noticias y la predicación no valdría la pena.
Esta doctrina nos da gozo, aviva nuestra esperanza y nos llena de profundo agradecimiento a Dios. Es mi oración que este gozo crezca en nosotros y Dios siempre sea glorificado en nuestras vidas.
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39).
Quédate en sintonía para el próximo artículo de la serie.
Escrituras para mayor estudio —En la Palabra encontramos muchos más pasajes sobre la perseverancia de los santos. Aquí tienes algunos de ellos que te servirán como punto de inicio: Juan 10:27-30; 1 Juan 2:19; 1 Pedro 1:5; Romanos 8:30-39; Judas 24-25; 1 Tesalonicenses 5:23-24, Juan 6:39.