Cualquiera pensaría que la crisis económica y social que atraviesa Venezuela acabó con el “evangelio de la prosperidad”. A fin de cuentas, ¿quién creería en ese “evangelio” luego de décadas decretando abundancia para el país sin que haya mejorado nada?
Sin embargo, tal distorsión de la verdad aún persiste. En el país siguen existiendo iglesias de prosperidad. Mientras visitaba una ciudad con mi esposa, fuimos invitados por unos amigos a asistir a una de estas congregaciones. Decidimos acompañarlos.
El servicio inició puntualmente (un bien escaso en muchas iglesias sanas que conozco). Fuimos correctamente atendidos y el lugar estaba saturado de personas. Pero el sermón fue horrible, el típico mensaje motivacional sobre “cómo derrotar a tu gigante”. Salimos tristes al percibir el engaño de muchos allí.
No escuchamos el evangelio en ningún momento. Cristo no fue el centro de la reunión. La Biblia fue torcida y abusada. ¿Cuál era la buena noticia y causa de celebración entre ellos? El decreto de prosperidad y salarios en dólares para los miembros de la iglesia, hecho varias veces con mucho énfasis en la responsabilidad de cada quien en la recepción de “la palabra decretada”.
Nos dolió mucho visitar ese lugar, porque mi esposa y yo en otro tiempo formamos parte de una iglesia similar. Hoy, por la gracia de Dios, podemos ver. Oramos que Dios abra los ojos de más personas, como hizo con nosotros por pura misericordia. ¡Cuánto falta seguir orando y trabajando por el evangelio!
Sin embargo, a pesar de la triste experiencia, pude considerar varias cosas que a veces los cristianos reformados pasamos por alto. Aquí comparto tan solo tres pensamientos al respecto:
1. La excelencia importa
El equipo de personas que atendían a los asistentes estaba bien preparado y fue bastante cordial. Fue notable el esfuerzo y dedicación de los músicos, fruto de días de ensayo. Aunque no era una iglesia muy acomodada como las conocidas y transmitidas por Enlace, todo lo que vimos fue hecho con la mejor excelencia humana posible que la congregación tenía al alcance.
Duele decirlo, y es confrontante para mí mismo, pero vi más excelencia en aquella iglesia de prosperidad que en muchas otras con sana doctrina que conozco. Esto no debería ser así.
Si conocemos el evangelio verdadero, tenemos una motivación más poderosa para buscar la excelencia en todo lo que hagamos para el Señor. ¿Por qué nuestras reuniones a menudo lucen como preparadas a medias, improvisadas el día anterior? ¿A qué debemos la mediocridad, la falta de interés en la organización y ejecución de las actividades de la iglesia?
Tal vez, este factor contribuye a que muchas iglesias de prosperidad sean un poco más tomadas en serio en sus comunidades, que otras de sana doctrina.
Como alguien me dijo recientemente, muchas veces los “reformados” justificamos nuestra falta de esfuerzo en hacer las cosas de la mejor manera posible diciendo que «lo que debe atraer a las personas y hacerlas permanecer en la iglesia no es la excelencia de nuestras actividades, sino la Palabra». A veces parece que la mediocridad es vista como un filtro de protección contra falsos creyentes. O aún peor, la excelencia como un estorbo para la Palabra.
Eso representa una falsa dicotomía. No tenemos que escoger entre ser fieles predicando la Biblia y buscar la excelencia, como para el Señor, cuando somos llamados a hacer ambas cosas (2 Ti. 4:2; Col. 3:23-24). La predicación es la prioridad, pero eso no nos exime del llamado a esforzarnos en hacer las cosas de la mejor manera en que podamos. Esto no se trata de agradar a los hombres, sino de reflejar el carácter excelente de nuestro Salvador y vivir más conformes a lo que predicamos.
2. Ayudar a los necesitados importa
Apenas llegamos supimos que la congregación estaba muy comprometida con servir a los necesitados de la ciudad. Las personas hablaban de las actividades organizadas para ayudar a muchos en situación de extrema pobreza y llevarles comida. Una y otra vez, desde el púlpito, antes y después del sermón, los asistentes fueron invitados a involucrarse con los programas de ayuda social que promueve la iglesia.
En un país con una de las peores economías del planeta, en medio de una crisis humanitaria sin precedentes en la región por falta de medicinas y alimentos, lo que esta iglesia hacía era sencillamente impresionante. Estaban impactando la ciudad sirviendo de manera sacrificial al prójimo.
Esto es atrayente, poderoso, excelente en sí mismo, y le da a esta iglesia de prosperidad credibilidad en su entorno. De nuevo, duele decirlo, pero vi allí más compromiso con la ayuda al prójimo que en muchas otras iglesias sanas. Además, es retador para mí como creyente, debo confesar.
¿No tenemos los cristianos con sana doctrina, conociendo en carne propia la gracia abundante de Dios, un impulso más potente para servir a los vulnerables de la sociedad que el provisto por el evangelio de la prosperidad? ¿Cómo esperamos tener credibilidad y glorificar en verdad al Señor cuando podemos ser tan insensibles al sufrimiento en nuestras ciudades?
3. Escuchar antes de hablar importa
Si mi esposa y yo no hubiésemos aceptado la invitación a esa iglesia, hablando en contra de su enseñanza y explicando por qué no era bíblica a nuestros amigos, lo más seguro es que ellos no nos habrían escuchado de la misma manera.
Más tarde, al salir de la reunión, nos pidieron opinión sobre toda la experiencia, y nos oyeron con bastante atención. Pudimos hablar con mayor autoridad de la que hubiésemos tenido de no haber escuchado, junto a ellos, la enseñanza que creían y que esa iglesia predicaba.
Ese día fue un recordatorio para mí de que las personas están más dispuestas a prestarte su atención cuando primero las escuchas a ellas o lo que creen. Esto permite, si es necesario, exhortarlas y corregirlas con mayor autoridad y verdadero amor. Les advierte que tu interés por su bien es genuino, y no buscas simplemente tener la razón o ganar un debate.
Ten cuidado: combatir falsas doctrinas limitándonos a publicar memes en redes sociales o a debatir en ese medio es demasiado fácil, pero no es efectivo, no tiene impacto real. Probablemente, la mayor parte de las personas con las que compartes allí están de acuerdo contigo en casi todo lo que afirmas. Si hemos de predicar el evangelio a quienes permanecen en el error, somos llamados a salir de nuestra burbujita reformada y perfiles en Internet. Necesitamos ver a la gente a la cara y escucharles con paciencia para poder hablarles como es debido.
Siendo honestos, no es fácil. En más de un momento, mientras visitaba esta “iglesia” de prosperidad, mi esposa tuvo que tomarme de la mano para calmarme. Yo estaba loco por irme de allí o levantarme en medio de la congregación y tratar de hablar como Paul Washer en el Mensaje a la juventud impactante. Pero valió la pena soportar por un rato la voz del engaño si eso me permitió defender la verdad con mansedumbre, en amor al prójimo. La verdad siempre prevalecerá ante la mentira. Lo sabemos porque conocemos el final de la Biblia.
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