Estaba leyendo el clásico moderno de J. I. Packer, El conocimiento del Dios santo, y pensé que sería buena idea compartir estas palabras en las que el autor busca describir qué es un cristiano. Aunque pienso que es una definición un poco imperfecta, es bastante edificante y nos deja mucho para meditar.
“¿Qué es un cristiano? Se le puede describir desde muchos ángulos, pero por lo que hemos dicho resulta claro que podemos abarcarlo todo diciendo que es una persona que acepta la Palabra de Dios y vive amparado en ella. Se somete sin reserva a la Palabra de Dios que está escrita ‘en el libro de la verdad’ (Daniel 10:21), cree su enseñanza, confía en sus promesas, sigue sus mandamientos. Sus ojos se dirigen al Dios de la Biblia como su Padre, y hacia el Cristo de la Biblia como su Salvador. Dirá, si se le pregunta, que la Palabra de Dios no solamente lo ha convencido de pecado sino que le ha asegurado el perdón. Su conciencia, como la de Lutero, está cautiva a la Palabra de Dios, y aspira, como el salmista, a que su vida toda está en línea con ella. ‘¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos!’ ‘No me dejes desviar de tus mandamientos’. ‘Enséñame tus estatutos. Hazme entender el camino de tus mandamientos’. ‘Inclina mi corazón a tus testimonios’. ‘Sea mi corazón íntegro en tus estatutos’ (Salmos 119:5, 10, 26s, 36, 80). Las promesas están delante de él cuando ora, y los preceptos están también delante de él cuando se mueve entre los hombres.
Sabe que además de la palabra de Dios que le habla directamente por las Escrituras, la palabra de Dios ha salido también a crear, controlar y ordenar las cosas que lo rodean; pero como las Escrituras le dicen que Dios dispone todas las cosas para su bien, el pensamiento de Dios ordenando todas sus circunstancias no le trae más que gozo. Es un hombre independiente, porque usa la palabra de Dios como piedra de toque para probar los diversos puntos de vista que se le ofrecen, y no acepta nada que no esté seguro de que reciba la sanción de la Escritura.
¿Por qué es que esta descripción nos cuadra a tan pocos de los que profesamos ser cristianos en estos días? Al lector le resultará provechoso consultar a su propia conciencia, y que ella misma le responda” (p. 150-151).
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