¿Somos creyentes porque nosotros buscábamos a Dios y lo hallamos, o porque Él nos encontró a nosotros?
La forma en que entendamos la respuesta a esta pregunta crucial, tiene un profundo impacto en cuán agradecidos somos delante de Dios —lo cual influye exponencialmente en cuán felices somos en Él.
Fuimos salvos para alabanza de la gloria de Su gracia (Efesios 1:6). Por tanto, es crucial comprender más y más esa gracia.
“No hay quien busque a Dios”
La enseñanza bíblica es que ningún inconverso busca a Dios. “No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios” (Romanos 3:11). Comprendo que eso resulte muy radical, porque ¿no es cierto que conocemos a personas que parecen buscar a Dios, manifestando interés en la religión, buscando cuál será la correcta?, ¿No conocemos a personas que, aunque no afirman a Cristo como Señor y Salvador, parecen andar en busca de Dios?
Sin embargo, cuando estamos frente a la enseñanza bíblica debemos encarar esta decisión: ¿Creeremos lo que dice la Biblia, la cual siempre dice la verdad, o nos conduciremos por nuestras opiniones o sentimientos, que con frecuencia pueden fallar? El testimonio de la Biblia es que los cristianos no son personas que “encontraron a Dios”; somos personas encontradas por Él.
La Palabra enseña que todos somos pecadores (Romanos 3:10) y “todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas” (Juan 3:20; cp. Isaías 64:7; Isaías 65:1). Por eso el hombre natural no busca realmente a Dios, sino que busca las cosas que solo Dios puede darle, o busca ideas erradas de Dios. Esa es la razón por la que Jesús afirma: “Nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre” (Juan 6:65).
Encontrados por Dios
Por tanto, cuando creemos el evangelio, es totalmente por la gracia de Dios (Efesios 2:8-9). Esto es algo que no lograremos comprender perfectamente de este lado de la eternidad, pero aunque el hombre es responsable de creer el evangelio, si lo hemos creído se debe únicamente a la gracia del Señor.
Dios es el que abre nuestros corazones para que recibamos el evangelio (Hechos 16:14). Dios es el que nos concede el creer (Filipenses 1:29; Romanos 12:3). Dios es quien otorga el arrepentimiento (2 Timoteo 2:24). Dios es quien nos llamó para que creyéramos (Romanos 8:30; 1 Corintios 1:22-24).
Dios es quien nos dio vida cuando estábamos muertos espiritualmente (Efesios 2:1). Dios es “… el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo” (2 Corintios 4:6). Él es el buen pastor que nos buscó a nosotros, las ovejas perdidas (Lucas 15:3-7).
Así que, en realidad ninguno de nosotros encontró a Dios. No podíamos ni queríamos hacerlo. Pero Él nos amó, y por eso nos buscó para que hoy creyéramos el evangelio y seamos salvos eternamente. Un cristiano es alguien que busca cada día más de Dios, porque Él nos encontró primero.
Deja que esta verdad te llene de asombro, agradecimiento, y gozo.
“Sublime gracia del Señor,
que a un infeliz, salvó.
Fui ciego mas hoy miro yo,
perdido y Él me halló”.
— John Newton (Amazing Grace)
Publicado primero en Soldados de Jesucristo.