En este mes de la Reforma, una de las mejores cosas que podemos hacer es ser intencionales en recordar cuál fue la meta de este despertar a la verdad del evangelio: Soli Deo gloria. Es decir, la gloria sea solo a Dios, pues todas las cosas —incluidas nuestras vidas y redención— son de Él, por Él y para Él (Ro 11:33-36).
De hecho, cada sola de la Reforma —cada una de estas frases en latín que resumen las verdades bíblicas más centrales que este movimiento promovió— tiene como fin preservar la doctrina de soli Deo gloria.
Sola Scriptura significa que la sola Escritura es la única fuente infalible de autoridad para la fe cristiana y nuestra vida diaria. Si la Escritura tuviera fallas y no fuera suficiente para nosotros, y si nuestras propias opiniones, razonamientos, y tradiciones estuvieran a su mismo nivel en autoridad, entonces toda la gloria en nuestras vidas no sería para Dios. De hecho, cuando colocamos las voces de los hombres y nuestras tradiciones humanas a la par de la Palabra de Dios, inevitablemente ellas empañarán nuestra visión de la gloria del Señor que se nos muestra en la Escritura.
Sola fide nos enseña que si la salvación no fuera únicamente por medio de la fe sola, y si nuestras propias obras contribuyeran en alguna medida para nuestra justificación, ninguno de nosotros podría atribuir verdaderamente toda la gloria de nuestra salvación a Dios. Habría un espacio para nuestra propia jactancia y vanagloria (Ro 3:27).
Solus Christus es crucial porque nos habla que solo Dios, en la persona de Su Hijo, vivió, murió y resucitó por nosotros. «Porque hay un solo Dios, y también un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos, testimonio dado a su debido tiempo» (1 Ti 1:5-6). Por tanto, debemos atribuirle solo a Dios la gloria por nuestra salvación, sin pretender compartir esta gloria con ídolos, santos, y otras personas o criaturas.
Sola gratia es fundamental porque nos enseña que incluso la fe por la que somos salvos es un regalo de Dios que recibimos únicamente por gracia sola. Toda la redención, de principio a fin, es planificada y ejecutada soberanamente por Él conforme a su voluntad y autoridad sobre todas las cosas. Por tanto, una vez más, solo Dios merece toda la gloria en nuestras vidas.
Como he escrito antes en mi capítulo sobre esta doctrina para un libro sobre las cinco solas, la realidad de que todo es para la gloria de Dios forma parte ineludible del engranaje de este universo hecho por Él. Es como la ley de la gravedad: podemos tratar de ir en contra de ella, pero al final es una ley de la cual no podemos escapar por completo, pues incluso en el espacio la gravedad ejerce su influencia a medida que Dios dirige por medio de ella el movimiento de galaxias, sistemas y planetas.
Somos llamados a reconocer en nuestra era egocéntrica que nunca seremos felices si no estamos centrados por completo en Dios. De eso se trató la Reforma y esto es lo que necesitamos recordar todos los días. Vivamos de esta forma con humildad y gozo reconociendo quién es Él y lo que hizo por nosotros, pues el fin principal de la existencia del ser humano es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre.