Muchas personas (me incluyo) que afirman creer en las doctrinas de la gracia se autodenominan en ocasiones o son señaladas como calvinistas, debido a que el teólogo reformador Juan Calvino fue uno de los principales exponentes de estas verdades a lo largo de la historia de la iglesia.
Pero muchos cristianos no están de acuerdo con el uso de las palabras calvinismo o calvinista. “¿Por qué decir que eres calvinista? ¿Acaso los hijos de Dios no somos solo eso — hijos de Dios en una sola iglesia? No debemos denominarnos más que seguidores de Cristo. El resto de nombres pueden ser piedra de tropiezo para otros”, argumentan.
Esas preguntas son válidas aunque ciertas personas no las expresen con cordialidad. De hecho, antes yo tenía la misma inquietud y he visto que es común. En quienes plantean estas interrogantes, veo a personas que lucen interesadas en no ser de tropiezo y en procurar unidad bíblica entre todos los cristianos, lo cual me alegra.
Entiendo el rechazo de muchos hermanos al uso de etiquetas dentro del cristianismo. Ellas suelen ser usadas de maneras elitistas. Hay un serio problema cuando nos interesa más ser conocidos como calvinistas, pentecostales, bautistas o incluso como cesacionistas o continuistas, que el ser conocidos primeramente como cristianos.
Además, la etiqueta calvinista da la impresión de que la postura doctrinal que representa se fundamenta en la enseñanza de un hombre, cuando en verdad las doctrinas de la gracia (lo que comúnmente se llama calvinismo) se fundamenta en la Biblia. Peor aún, hay quienes hablan de Cristo con “C” minúscula y de Calvino con “C” mayúscula y en negrita, deshonrando a Dios.
De hecho, el calvinismo como postura surgió del consenso de los reformadores sobre lo que muestra la Biblia en relación a la soberanía de Dios en la salvación de pecadores. No fue algo inventado por Calvino. Hasta donde sé, los herederos de la reforma no decidieron llamarse “calvinistas”, sino que así empezaron a ser llamados por sus detractores. Por eso muchos reformados prefieren llamar a esto simplemente doctrina reformada.
Habiendo aclarado eso, hay tres cosas a decir en respuesta a la pregunta “¿es malo decir que somos calvinistas?”:
1. Hay una forma de expresar “soy cristiano, sin etiquetas” que también es elitista y divisiva.
Esto lo vemos en 1 Corintios 1:10-13:
“Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay contiendas entre vosotros. Me refiero a que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolos, yo de Cefas, yo de Cristo. ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?”
Aquí vemos que el apóstol Pablo quiere que la iglesia en Corinto deje de ser elitista. Algunos decían “soy de Pablo”, otros decían “soy de Apolos”, otros decían “yo de Cefas”… y otros eran tan super-espirituales que decían “yo soy de Cristo” de una manera pecaminosa, orgullosa (¡aunque es preciosa la verdad de que todos los cristianos pertenecemos a Cristo!).
A estos últimos, Pablo también les escribe: “No pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo” (3:1).
Así que, rechazar las etiquetas y denominaciones, expresando que simplemente eres cristiano, puede ser una forma de orgullo tan carnal como decir “soy de Cefas” o “soy de Pablo”.
Las etiquetas no son un mal en sí mismas.
2. El problema está en nuestros corazones.
El problema no es decir “soy de Apolos”, “soy de Cefas”, “soy augustiniano”, “soy luterano”, “soy calvinista”. Sino cuando nuestra intención al expresarlo es la idolatría a un hombre y/o ser orgullosos, creernos mejores en nosotros mismos que alguien más.
Pablo no condena el uso de las etiquetas, condena las divisiones innecesarias, considerar a los siervos de Cristo como si fuesen más que eso, el elitismo y la contienda que no está basada en un amor a la verdad, sino en un deseo jactancioso de tener la razón. Pablo quiere que a pesar de las diferencias que puedan haber en Corinto, la iglesia tenga un mismo sentir y procure tener una unión doctrinal.
Pero algunas distinciones son necesarias (cp. 1 Corintios 11:19). Dentro de la unión en la iglesia, es crucial que seamos específicos en cuanto a las cosas que creemos, mientras procuramos tener una teología más y más bíblica en todas las áreas de la fe. No debemos asumir una postura relativista, donde dos puntos de vista doctrinales diferentes u opuestos tienen igual validez y fundamento bíblico.
De hecho, generalmente las personas que más dicen ser «sólo cristianas», son las menos interesadas en tener posturas doctrinales definidas respecto a muchas cosas de las cuales nos habla la Biblia.
Lo cual nos lleva a mi tercer y último punto.
3. Las etiquetas son un “mal necesario” por el cual doy gracias a Dios.
En un mundo donde demasiadas personas dicen ser cristianas, hay diversas posturas sobre ciertas enseñanzas bíblicas, y existen muchas falsas doctrinas, es importante especificar lo que creemos.
Es cierto que usar etiquetas no es un mal en sí mismo, pero puede ser de tropiezo. Por eso hablo de ellas como un “mal necesario”. ¿Y por qué es “necesario”? Porque la mayoría de las veces es de mayor tropiezo no usarlas.
En otras palabras, las etiquetas pueden tener un mal uso (como el que Pablo repudió) y dar la impresión de que el cuerpo de Cristo está más dividido de lo que realmente está, a pesar de ciertas diferencias doctrinales en temas no centrales en nuestra fe, pero es indudable que es mejor la existencia de las etiquetas que la no existencia de ellas.
Si el uso de etiquetas parte de un amor y celo por la verdad, ellas nos ayudan a protegernos del error y contrarrestar nociones relativistas (más populares de lo que creemos) que oscurecen la importancia de la verdad.
Todo esto es la razón por la que muchas personas que creen en las doctrinas de la gracia dicen ser calvinistas, simplemente para identificar qué creen. Un calvinista es sencillamente alguien que cree en la soberanía absoluta de Dios en la salvación de pecadores y procura vivir a la luz de esa verdad.
Por supuesto —lo digo a riesgo de sonar como un disco repetitivo—, nuestra prioridad debe ser buscar ser conocidos como creyentes íntegros y bíblicos de nuestro Señor Jesucristo. ¡Que Dios nos conceda esto!