Hace unas semanas publiqué algunas palabras sobre por qué es buena idea que los cristianos dejemos de revisar nuestros teléfonos en la mañana justo luego de despertar. En esa línea, quisiera compartir algunas palabras escritas por George Müller (evangelista y fundador de orfanatos) en su diario hace casi dos siglos, que en nuestros días nos recuerdan muy bien la importancia de leer le Biblia antes de ver el teléfono:
“Vi con mayor claridad que nunca que la tarea principal y mayor a la que debía atender cada día era mantener mi alma feliz en el Señor. La primera cosa por la que preocuparme no era cuánto podía servir al Señor o cómo podía glorificar al Señor, sino cómo podía mantener mi alma en un estado de felicidad y cómo podía alimentar mi hombre interior. Porque podía pretender mostrar la verdad a los inconversos, ser de ayuda para los creyentes, liberar a los afligidos, buscar otras maneras de comportarme como hijo de Dios en este mundo y, no obstante, si no era feliz en el Señor y no me alimentaba y me fortalecía en mi hombre interior día tras día, no estaría ocupándome de todas esas cosas con un espíritu correcto.
Anteriormente, mi costumbre había sido, al menos durante los diez años previos, entregarme a la oración como algo habitual después de vestirme por las mañanas. Ahora vi que lo más importante que tenía que hacer era entregarme a la lectura de la Palabra de Dios y a la meditación de la misma, para que mi corazón fuera consolado, animado, advertido, reprobado, instruido; y así, al meditar, mi corazón podría ser llevado a experimentar la comunión con el Señor. Por tanto, comencé a meditar leyendo en el Nuevo Testamento desde el principio, temprano por la mañana.
Lo primero que hacía después de pedir con pocas palabras la bendición del Señor sobre su preciosa Palabra, era comenzar a meditar en la Palabra de Dios, buscando en cada versículo extraer alguna bendición no para el ministerio público de la Palabra, ni para predicar sobre lo que había meditado, sino para obtener alimento para mi propia alma. El resultado que he encontrado casi siempre es el siguiente: que después de unos minutos mi alma ha sido llevada a la confesión, a la gratitud, a la intercesión o a la súplica; por lo que, aunque no me había propuesto darme a la oración, sino a la meditación, casi inmediatamente me volvía más o menos a la oración
… La diferencia entre lo que hacía anteriormente y lo que hago ahora es la siguiente: Antes, cuando me levantaba, comenzaba a orar lo más pronto posible, y por lo general invertía todo o casi todo mi tiempo hasta la hora del desayuno en oración. Todas las cosas las comenzaba invariablemente con oración… Pero ¿cuál era el resultado? A menudo utilizaba un cuarto de hora, o media hora, o hasta una hora de rodillas antes de ser consciente de recibir consuelo, ánimo, humillación de mi alma, etc., y, a menudo, después de haber sufrido mucho porque mi mente volaba de un sitio a otro durante los diez primeros minutos o un cuarto de hora, o incluso media hora, cuando de verdad comenzaba a orar.
Ahora rara vez me pasa esto. Porque mi corazón se alimenta de la verdad y es llevado a experimentar comunión con Dios. Hablo a mi Padre y a mi Amigo (a pesar de ser yo pecador e indigno de ello) acerca de las cosas que ha puesto delante de mí en su preciosa Palabra.
…. ¡Qué diferentes son las cosas cuando el alma encuentra refrigerio y felicidad temprano por la mañana, de cuando, sin preparación espiritual, nos adentramos en el servicio, las pruebas y las tentaciones del día!” (The Autobiography of George Müller, p. 135-137).
Sin duda, nuestros teléfonos tienen un potencial increíble para distraernos de esto y llevarnos a empezar el día con el pie izquierdo.