Casi nunca te veo TV, así que no sabía de qué trataba un «reallity show» llamado «The Bachelor» hasta que hace pocos días estaba cambiando los canales en la televisión y vi el comercial del show.
El programa se trata de un grupo de mujeres solteras que quieren casarse con el “soltero” codiciado del programa y compiten entre ellas para enamorarlo. El soltero sale a pasear y se besa con cada una de ellas para elegir cuales les gusta más.
Al final de cada programa, el soltero da flores a las mujeres que le gustaron y que ve como a posibles candidatas para ser su esposa. A las que no les gustaron… creo que le dan gatos y las despiden del programa. La temporada del programa termina cuando el soltero queda con una sola mujer.
Sí, el programa es tremendamente estúpido en todos sus sentidos, pero enterarme de qué rayos se trataba me ayudó a ver que la “iglesia” está jugando a The Bachelor con el mundo.
¿Una novia que rechaza a su novio?
En muchas congregaciones los “cristianos” aman las cosas del mundo. Ese es un amor que Dios aborrece y también es una prueba de que no se ha nacido de nuevo, de que no se es una verdadera iglesia (1 Juan 2:15-17).
Como si el amor de Dios no fuese suficiente, en muchas congregaciones “cristianas” importa más la opinión del mundo que la opinión de Dios. Y hacemos cosas para complacer al mundo y que el mundo nos dé una rosa al final del día. Cosas como suavizar la verdad, convertir nuestras reuniones en circos, cambiar nuestro estilo de hacer las cosas para que sea más entretenido y no nos vean como raros.
Y mientras hacemos eso, el verdadero novio de la verdadera iglesia mira la situación y ve como tanta gente que dice amarlo le da la espalda al perseguir una aceptación por parte del mundo que no tiene valor real (Efesios 5:22-23, Apocalipsis 19:7, 21:9).
Y es que cuando tenemos a Cristo, las cosas que no tenemos no las necesitamos. No necesitamos agradarles a las personas. No necesitamos despreciar la verdad para tener clases de alegrías que no se comparan a la alegría real que tenemos al tener a Cristo. No necesitamos participar en una edición de The Bachelor en donde el soltero es el mundo y el anillo de compromiso es el pecado.
¿Para qué buscar ser escogidos por el mundo cuando ya hemos sido escogidos incondicionalmente por Dios?
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El amor de Dios, nuestra felicidad.
No puede haber gozo auténtico sin un conocimiento correcto de quién es Dios y Su revelación en Su palabra… y la realidad de que somos amados por Dios, no por nuestras obras, sino por lo que Él es. Esto es algo esencial y que se ha ignorado del mensaje evangélico.
No hay mayor alegría que saber que somos amados sin condiciones por un Dios que no solo nos quiere dar una rosa al final del día, sino que se ha dado a sí mismo y con Él nos ha dado todas las cosas.
No hay mayor gozo que saber que ya lo tenemos todo en Jesús, y en que ya hemos sido escogidos como su novia desde antes de la fundación del mundo. De hecho, fuimos creados para ser su novia y tenerlo todo en Él (Atentamente, toda la Biblia).
La iglesia del primer siglo conocía esto. Ellos sabían que Dios los amaba de una forma en que el mundo jamás podrá amarlos. Ellos sabían que el mundo y sus deseos pasan, pero quienes hacen la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2:17).
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¿Por qué escribo este post?
Te cuento esto porque quiero que la iglesia del siglo XXI también sepa esta verdad tan crucial del evangelio. Porque no tiene sentido mendigar amor cuando ya se nos ama de maneras infinitas que van más allá que lo que podemos imaginar. Un amor tan grande, que nada nos puede separar de él (Romanos 8). La iglesia necesita saber que es amada en la historia de amor más grande que existe.
Como novia de Jesús, debemos despojarnos del vestido que este mundo quiere que usemos y vestirnos de Cristo, ya que no necesitamos agradar al mundo. Necesitamos a Jesús. Él mismo es nuestro vestido de novia (Romanos 13:14, Colosenses 3:9-15).
Tal y como dice Charles Spurgeon:
“Si aquí en este mundo Jesús es mi adorno y mi hermosura, puedo estar seguro de que él será mi gloria durante la eternidad. Si aquí encuentro mi placer en Jesús, él tendrá su placer en mí cuando recoja sus elegidos en las nubes del cielo»
La iglesia no necesita concursar en The Bachelor. ¡Ya es amada por un novio fantástico!
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