Dios está interesado en tu productividad.
Pablo, guiado por el Espíritu, nos exhorta a usar el tiempo de la mejor manera (Ef. 5:15-16); Jesús nos enseña que debemos tener nuestras prioridades bien definidas según la voluntad de Dios (Lc. 10:41-42); el Padre es glorificado en que demos mucho fruto y seamos mayordomos fieles (Jn. 15:8; Mt. 25:21,26). “Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas” (Ef. 2:10).
Los reformadores protestantes entendieron esto bien. Ellos hablaban de vivir y hacer todas las cosas para la gloria del Señor (1 Co. 10:31; Ro. 11:36). Somos llamados a vivir Coram Deo, en la presencia de Dios. Pero en la iglesia de hoy, ¿no es cierto que a veces no entendemos cómo el evangelio redefine nuestra productividad?
Jesús estuvo 30 años viviendo como un desconocido sin hacer cosas notorias, y eso no significa que fue improductivo. Y aunque su ministerio terrenal duró tan solo alrededor de 3 años y terminó en una cruz, eso fue más que suficiente para Dios. Este hecho, por sí solo, sacude nuestras ideas más comunes sobre qué significa ser productivo. Pensando en eso, el presente cuadro que realicé puede ayudarte a ver cómo el evangelio redefine nuestro concepto de la productividad.
Este post es un fragmento adaptado de mi escrito 5 maneras en que el evangelio transforma nuestra productividad.