Todo cristiano que sea estudioso de la palabra y que lea libros cristianos serios sabe quien es Charles Spurgeon, también conocido como el príncipe de los predicadores.
Charles Spurgeon evangelizó alrededor de 10 millones de personas en una época en donde no existía Facebook ni televisión. Sus MILES de sermones han sido traducidos a varios idiomas y han servido para edificación de muchos cristianos. Existen más libros y escritos de Charles Spurgeon que de cualquier otro autor escritor cristiano en toda la historia.
¿Ahora ya entiendes por qué muchos cristianos quieren ser como él?
Muchos jóvenes y pastores ven en Spurgeon un buen buen ejemplo a seguir. Eso es muy bueno. El problema es que muchas veces quieren ser los Charles Spurgeon de esta generación, lo cual me resulta gracioso. Verás, yo no me imagino a un Charles Spurgeon joven diciéndose a sí mismo algo como «Ok, Charles, tienes que esforzarte mucho y ser el el príncipe de los predicadores de esta generación».
Sé lo que Dios quiere que seas.
Los hombres a los que Dios usa de forma tremenda no se comparan con otros ni tratan de ser copias, a pesar de que la gente les asigne títulos y los comparen con otras personas. Ellos simplemente viven para Dios.
No creo que el propósito de Dios para nuestras vidas sea que vivamos más interesados en ser los «otras personas» de nuestra generación que en disfrutar su Gloria y vivir enfocados en Él.
Creo que todos los líderes cristianos debemos preguntarnos: ¿Y si en vez de procurar ser los nuevos Luteros, Calvinos, Spurgeons y Edwards, mejor somos lo que Dios quiere que seamos?
Sí, todos esos hombres de Dios son grandes ejemplos y hay muchísimo que imitar de ellos. No estoy diciendo que no los imites y que aprendas de ellos, pero te quiero recordar que Dios tiene una labor especifica para ti.
Es necesario hallar el balance entre no buscar ser originales y no compararnos con los demás (¡cuando buscamos ser originales nunca lo somos o terminamos predicando inventos originales que Dios no quiere que prediquemos!).
«Tú sígueme».
Jesús conversó con Pedro luego de haber resucitado, le preguntó a su discípulo si lo amaba y le habló de su futuro. En un momento de la conversación, Pedro tuvo curiosidad acerca de cómo le iría a Juan, así que le preguntó a Jesús sobre él.
La respuesta del Maestro es fabulosa: «¿A ti qué? ¡Tú sígueme!» (Juan 21:18-22)
Cuando leo eso y lo medito, un viento sopla en mi corazón. Ese viento apaga en mí las ganas de ser el Spurgeon o el Piper de mi generación, y aumenta en mí el deseo de ser el Josué Barrios de mi generación, con mis debilidades para la gloria de Dios, y mis fortalezas también para la Gloria de Dios.
Y es que Jesús tiene un trabajo muy específico para mí y para ti. Una labor para cada uno de nosotros que no le ha dado a alguien más. Para cumplir con la tuya, tienes que ser tú mismo como Dios quiere que seas.
No necesitas ser el Charles Spurgeon de esta generación, cuando Dios quiere que seas el -inserta tu nombre aquí- de esta generación, sin que te importe si tu nombre quedará para la historia o no. Sin que te compares con los demás.
Jesús también fue a la cruz para hacernos libre de nuestros impulsos de compararnos.