Nunca nos asombraremos lo suficiente ante el evangelio y su mensaje “¡Dios perdona a pecadores!” mientras no entendamos que a primera vista luce injusto e incorrecto.
¿Cómo es posible que Dios pueda perdonar a asesinos y violadores que se arrepientan genuinamente y crean en Cristo, incluso si hacen esto al borde de la muerte? ¿Cómo es posible que un malhechor colgado en una cruz, recibiendo ese castigo por sus delitos y maldad, pueda arrepentirse allí mismo y se le prometa ir al paraíso con Jesús? (Lc. 23:40-43).
Imagina que estás en un tribunal presenciando un juicio. El juez tiene toda la evidencia para declarar al acusado culpable, sin embargo dicta la sentencia contraria, como si nada hubiese pasado. ¿Qué pensarías de ese juez? ¿No sería alguien injusto, corrupto, e insensible ante la maldad? Lo mismo podríamos pensar de Dios a primera vista cuando leemos que en el evangelio los pecadores son justificados, declarados como si siempre hubiesen obedecido ante Él, por medio de la fe en Cristo (Ro. 5:1).
Entonces, ¿cómo Dios puede perdonar pecadores sin dejar de ser justo? Esta es la tensión más grande que hay en toda la Biblia. Dios promete salvación para su pueblo y al mismo tiempo promete juicio por la maldad del hombre. Dios promete bendición, y al mismo tiempo maldición. Dios promete perdonar los pecados, y al mismo tiempo castigarlo.
Vemos una muestra de esta tensión en Éxodo 34:6-7: “El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable”. ¿Cómo es posible? ¿Cómo Dios puede hacer ambas cosas?
No tenemos que inventar respuestas o especular sobre cómo Dios hace esto. El capítulo en la Biblia más importante y claro sobre el significado del evangelio nos presenta la solución a esta tensión. El apóstol Pablo explica que somos justificados por medio de la fe en Jesús, sin que Dios deje de ser justo, porque Jesús llevó el castigo que merecemos:
“Todos son justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por Su sangre a través de la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo Su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús” (Romanos 3:24-26).
Jesús es la propiciación por nuestros pecados. Él satisface la demanda de la ira justa de Dios. Dios entregó a su Hijo en amor (Jn. 3:16), y el Hijo voluntariamente fue a la cruz a soportar el castigo que merecemos (Jn. 10:11, 17.18).
Ahora, Dios puede perdonarnos sin dejar de ser justo. Alguien ya pagó por el pecado. Jesús murió porque si Dios nos perdonara sin ninguna retribución justa por nuestro pecado, sería injusto en verdad. Dios nos amaba de tal manera, que Él mismo en la Persona de su Hijo quiso pagar por nuestros pecados para reconciliarnos con Él. Este es el corazón del evangelio.
En principio suena extraño para nosotros, pero toma total sentido una vez que lo analizamos con mayor atención. Perdonar a alguien significa asumir el costo del daño que otra persona haya hecho a tu vida y no demandarlo de esa persona. Por eso es doloroso. Es una especie de muerte a ti mismo, ¿no es cierto? Ahora entiendes un poco mejor por qué, cuando Dios quiso perdonarnos, Él mismo se hizo hombre para asumir el costo de nuestra reconciliación con Él.[1]
Así vemos entonces que el evangelio no se trata únicamente de la justificación del pecador, también es la justificación de Dios en este sentido: revelando cuán justo es Él. Él está tan comprometido con su justicia, que estuvo dispuesto a sacrificar a su Hijo para redimirnos sin dejar de ser justo. ¡Nadie puede acusar a Dios de ser injusto al perdonarnos!
Más aún, ahora que Cristo ya ha muerto por nosotros, sería injusto que no fuésemos perdonados por Dios si acudimos a Él reconociendo nuestra necesidad de gracia: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 2:9).
Comprender esto es la clave para entender la historia de la Biblia y empezar a conocer cuán precioso es el evangelio y el amor de Dios. Esto nos conduce a adorar a Dios en gratitud por la eternidad. Este es el secreto del universo entero.
[1] Tim Keller explica esto muy bien en su libro Encuentros con Jesús (Poiema Publicaciones, 2016), p. 75.
Imagen: Unsplash.