No soy el creyente más conocido de Venezuela. Tampoco pastoreo una iglesia, aunque enseño y predico en congregaciones, procuro prepararme para el ministerio, y por la gracia de Dios muchos me conocen por mi servicio a la iglesia por medio de mis escritos. Sin embargo, debido a que percibo una falta de más voces influyentes en mi país que promuevan la sana doctrina, luego de mucha oración quisiera ofrecer aquí mi respuesta a la pregunta del título de este escrito esperando ser de ayuda para alguien. Si crees que lo que diré a continuación no tiene sentido o no va acorde a la Biblia, por favor ignoralo y no pierdas tu tiempo en esto.
Al hablar sobre si los cristianos en Venezuela debemos expresarnos contra la tiranía, necesitamos tener esto muy claro: nuestro llamado principal no es hablar de política. Nuestro llamado principal es predicar el evangelio y hacer discípulos (Mt. 28:20). No obstante, en el país se hace cada vez más evidente que las iglesias que no se expresan en sus localidades contra la maldad tienen cero credibilidad al predicar a Cristo.
¿Cómo una iglesia puede decir que ama a su prójimo cuando se queda callada y de brazos cruzados ante la opresión y el sufrimiento causado por el pecado? ¿Es legítimo esperar que la gente nos crea cuando hablamos del amor y la justicia de Dios, mientras no reflejamos esas cosas? Si una iglesia es demasiado apática, insensible, y cobarde como para no expresarse en contra de la maldad más evidente, una maldad que todo el mundo reconoce y denuncia, ¿por qué la gente habría de creerle cuando hable de Cristo?
No creo que los cristianos en Venezuela debamos apoyar guerras o planificar golpes de estado. Creo que somos llamados a ser pacificadores y promover la paz de la mejor manera posible. Además, la mayor necesidad en este país no es un cambio de gobierno; es un avivamiento verdadero. Pero creo que sí podemos y debemos hacer algo en momentos cruciales: expresarnos a favor de la justicia mientras buscamos el bien de nuestro prójimo.
Tampoco pienso que todo cristiano debe llenar sus redes sociales de mensajes promoviendo la justicia en el país. Eso es muy fácil y a veces no es tan útil como pensamos (¿de qué sirve publicar muchos tweets si no ayudamos con acciones al prójimo?). En cambio, me refiero a expresarnos en nuestras localidades acompañando a nuestro prójimo en sus dificultades y luchas. Esto también es un reto confrontante para mí, tengo que confesar. Por eso agradezco a Dios por las iglesias en Venezuela que buscan tomarse el evangelio en serio y entienden que esta es una oportunidad para mostrar que somos sal y luz (Mt. 5:13-16).
Hay no creyentes que, por ejemplo, piden el ingreso de ayuda humanitaria que puede aliviar el dolor de muchas personas en el país. También buscan acompañar a la gente en su sufrimiento. ¿Y nosotros vamos a quedarnos callados? Esto no debería ser así. Los cristianos tenemos una razón mucho más poderosa para amar al prójimo y promover la justicia que cualquier otra creencia o grupo de personas en el mundo: conocemos el amor y la justicia de Dios en el evangelio bíblico y verdadero (Jn. 3:16, Ro. 3:24-26).
Pidamos a Dios que nos conceda ser sabios en estos días para hablar y actuar en nuestras comunidades como debemos hacerlo, sin caer en politiquerías, pero también sin perder nuestra credibilidad para hablar de Cristo. Algo tan contraproducente como un cristiano que siempre habla de política es un cristiano que nunca se te atreve a hacerlo. En especial cuando se hace imperativo hablar y actuar si queremos predicar el evangelio con integridad.