Si Dios no fuese soberano sobre todo en el universo, entonces no tendríamos razones para confiar en Él y atesorar sus promesas. Seguro sería una deidad frustrada e infeliz. ¿Qué sentido tendría adorar a un “dios” incapaz de hacer lo que quiera? ¿Para qué confiar en un “dios” sin autoridad sobre todo, y al que se le escapen cosas de sus manos? ¿Cómo seríamos felices en Él?
Pero el Dios verdadero sí es soberano. “Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos” (Salmo 135:6). La Biblia habla tanto sobre la soberanía de Dios, ¡que sería fácil pensar que este es Su atributo favorito! Él gobierna sobre cosas que parecen azar (Pr. 16:33), los gobiernos de este mundo (Dn. 4:34-35), las tragedias que ocurren en el planeta (Is. 45:7), nuestros planes diarios (Stg. 4:13-15), y todo lo demás.
La soberanía de Dios consiste en que Él tiene la autoridad y el poder para llevar a cabo todo aquello que Él quiere que ocurra. Esta soberanía significa que cuando Dios obra algo, no fue porque alguien lo obligó a eso, sino porque Él quiso hacerlo. Y cuando Dios permite algo (trátese de un sufrimiento presente o cualquier otra cosa) fue porque en un sentido Él quiso que eso ocurriera conforme a sus propósitos.
En otras palabras, Dios está detrás de todo lo que pasa, ya sea obrándolo directamente para que ocurra u orquestándolo según sus buenos designios (que no comprendemos completamente desde este lado de la eternidad). Y lo hace de forma tal que Él nunca es autor del pecado y las cosas que están mal en el mundo (Stg. 1:13-17).
De manera específica, el Salmo 135 —uno de mis favoritos en toda la Biblia— señala que Dios gobierna sobre la naturaleza y las naciones (v. 5-7, 10-12), y que Su soberanía está por encima de cualquier ídolo que tengamos (v. 5, 15-18). Los ídolos en este mundo no pueden hacer nada por nosotros, pero el Dios soberano sí. Al mismo tiempo, en el corazón de este salmo vemos también que Dios es soberano en sus hechos redentores a favor de sus escogidos (v. 4, 8, 12-14).
Esto debe inundarnos de esperanza cuando la duda y el temor nos golpean. Dios fue soberano a nuestro favor en la cruz, en la hora más decisiva de la historia y cuando todo parecía arruinado (Hch. 2:23; 4:27-28). Por lo tanto, aunque en nuestros momentos difíciles no tenemos todas las respuestas que quisiéramos, sí tenemos la certeza que más necesitamos: podemos confiar en que Dios gobierna todo en nuestras vidas para nuestro bien (Ro. 8:28, 32).
El gran predicador Charles Spurgeon decía que la soberanía de Dios es la almohada sobre la que el cristiano puede reposar su cabeza. ¿Estás reposando en esta verdad?
Una versión de este escrito apareció primero en el devocional gratuito “Nada me faltará: 30 meditaciones sobre salmos de esperanza”, publicado por B&H Español. Descárgalo aquí.