El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos 8:32).
¿Cómo estar seguros de que Dios en verdad nos ama y cumplirá Sus promesas en nuestras vidas? ¿Cómo podemos saber que Él nunca nos abandonará? ¿Cómo tener certeza de que lo tenemos todo en Él? La pregunta retórica que el apóstol Pablo hace en este versículo es iluminadora cuando estamos frente a estas interrogantes. Es una pregunta que se responde sola cuando consideramos la primera parte del versículo, y que nos apunta a la gloriosa conclusión lógica del evangelio para nuestras vidas.
Podemos estar seguros de que Dios nos dará todas las cosas para nuestro bien eterno, y que Él cumplirá todas Sus promesas para nuestras vidas, porque Él ya nos dio lo más valioso. El Padre no escatimó a Su Hijo. Él lo entregó por nosotros —que estábamos perdidos y éramos Sus enemigos— porque nos ama, y esta es la única forma en que podemos ser salvos sin que Dios deje de ser absolutamente santo y justo.
Esta es la esencia del evangelio y el mensaje de toda la Biblia. Entonces, lo que vemos en el texto citado arriba es un argumento que va de lo mayor a lo menor: si Dios ya nos dio lo más costoso e hizo lo que parecía imposible ante nuestros ojos (aunque en realidad nada es imposible para Él conforme a Su carácter), podemos estar seguros de que nos dará también lo menos costoso.
En otras palabras, el Dios que entregó a Su Hijo por ti cuando tú eras su enemigo no te abandonará ahora que te ha reconciliado con Él. Tampoco empezará a actuar de manera restrictiva y egoísta contigo, limitando el bien que quiere darte y obrar con Su gracia en tu vida. No ignorará tus oraciones ni se olvidará de ti. ¡Nada de esto!
La conclusión lógica del evangelio es que si Dios nos amó de tal forma que entregó a Su hijo para salvarnos cuando éramos infinitamente merecedores de todo lo contrario, podemos tener certeza de que Él nunca dejará de amarnos ni se arriesgará a perdernos para siempre. Podemos despertar cada mañana sabiendo que Dios está a favor de nosotros y que Su corazón se desborda en generosidad hacia nuestras vidas.
A la luz del evangelio, es inimaginable que Dios vaya a privarnos de algún bien para nosotros. Esto nos lleva a vivir con un gozo indestructible y hasta nos consuela en nuestros días difíciles, pues nos ayuda a confiar en el buen propósito de Dios y Su sabiduría y bondad en medio de las cosas malas que nos suceden. Él las orquesta y permite para nuestro bien eterno. Dios nunca deja de amarnos sin medida. ¡Bendita conclusión lógica del evangelio de la cruz!