Desactivé la mayoría de las notificaciones en mi teléfono. Me estaban volviendo loco. También dejé de seguir a un montón de personas y cuentas en las redes sociales para seguirlas mejor usando RSS, como en los viejos tiempos, antes de la web 2.0. ¡Había demasiado ruido en mis redes sociales! Y estoy tratando de luchar con la tentación de revisar mi teléfono a primera hora en la mañana.
No soy el único que busca disminuir el ruido y las distracciones que la tecnología ha traído a nuestras vidas de diversas maneras a medida que invade nuestros espacios. Por ejemplo, hay toda una industria creciente en nuestra cultura que gira alrededor del mindfulness, una occidentalización de la meditación oriental tradicional que busca entrenar la mente para vivir con más enfoque y calma en medio del caos de la vida moderna saturada de la tecnología.
Al mismo tiempo, uno de los antídotos más populares que se nos ofrecen hoy es el uso de más tecnología para aliviar nuestra saturación de tecnología y dispositivos. Mira el caso de las apps para meditar, por ejemplo. Son aplicaciones que ofrecen sesiones de audio para relajarse, dormir, y meditar. Calm es una de ellas. Ha sido descargada más de 40 millones de veces y ya vale más de 1000 millones de dólares.[1] Según el Centro para la Tecnología Humana (Center for Humane Technology), 99% de sus usuarios la aman.[2] La ironía es inescapable: queremos que la tecnología solucione los problemas causados por nuestro mal uso de ella.
¿Existe un camino mejor para experimentar descanso en un mundo ruidoso?
La disciplina olvidada del silencio y el retiro
Dios nos llama a vivir en comunidad. Debemos glorificarlo en un mundo manchado por el pecado. Las relaciones entre pecadores pueden ser complicadas. Lo mismo sucede con la vida en un planeta donde hay caos. Esto significa que jamás podremos gozar en este mundo el descanso final que nuestros corazones tanto anhelan. Debemos rechazar la idea de que lo mejor para nosotros es apartarnos por completo del resto del mundo.
Sin embargo, los cristianos tenemos permitido y necesitamos retirarnos y estar en silencio para tomar tiempos a solas con Dios. Es algo en lo que tenemos que disciplinarnos si queremos florecer en medio de tanta saturación de ruido, notificaciones, información, y caos. Es algo que necesitamos si hemos de disfrutar la calma que solo Dios puede darnos. Si Cristo necesitó de esos momentos, ¡nosotros seguro también! (Mt. 14:23; Lc. 4:42).
El silencio y la soledad nos ayudan a minimizar las distracciones cuando en oración derramamos nuestro corazón ante Dios y presentamos ante Él nuestra ansiedad (1 Pe. 5:7). También nos ayudan a minimizar las distracciones para meditar en la Palabra que restaura nuestras almas (Sal. 19:7). Esta es una meditación bastante diferente a la que el resto del mundo nos presenta: en vez de vaciar nuestras mentes o centrarnos en cosas de este mundo, somos llamados a ser saturados por la Palabra de Dios (Col. 3:16). La soledad y el silencio son de inmensa ayuda para esto. Así como Elías necesitó estar a solas para escuchar en un susurro la voz de Dios, nosotros también necesitamos esta disciplina espiritual para conocerlo más a Él.[3]
Esta es la clave bíblica para vivir con enfoque y calma mental en medio del ruido y las distracciones que nos rodean. Es algo tan simple como apagar el teléfono e irte a tu habitación, o a un lugar a solas al aire libre, para leer la Biblia y orar al Dios que te rescató.
Entonces, ¿por qué no buscamos cultivar esta disciplina? ¿Por qué a menudo preferimos sustitutos que, aunque puedan ayudarnos, no terminarán de saciar nuestra sed de tranquilidad?
Lo arriesgado del silencio y la soledad
Estar a solas con Dios es demasiado arriesgado para la mayoría de nosotros.
Por ejemplo, al hablar de las redes sociales, muchos creemos que tenemos muchos mensajes por responder y cosas por hacer. Queremos estar al tanto de las notificaciones que recibimos para no perdernos de algo bueno o malo (lo que los psicólogos han llamado FOMO).[4] Y esto a la larga resulta devastador para nosotros, pues forma una mente más distraída y nos hace sentir más cargas de las que podemos llevar. Esto sucede cuando vemos la cantidad de cosas en el mundo que demandan nuestra atención, y sencillamente no podemos (ni deberíamos tratar de) enfocarnos en todas.[5]
Sin embargo, nos sigue gustando la ilusión de omnisciencia que nos brinda la tecnología. Así que perseguir tiempos de soledad y silencio es arriesgado para muchos de nosotros porque atenta contra la fantasía moderna de que podemos y necesitamos saberlo todo para no quedarnos atrás en la carrera contra el resto del mundo.
No nos gusta apartarnos para estar a solas con Dios porque eso significa reconocer que el mundo no nos necesita tanto como pensamos. Por ejemplo, considera de nuevo nuestro uso de las redes sociales. Mira nuestro afán por likes que aumentan nuestro sentido de autoestima y estimulan la circulación de dopamina en nuestros cuerpos.[6] ¿No es cierto que las redes sociales no serían tan exitosas si no quisiéramos sentirnos importantes, escuchados, y vistos?
Otra razón por la que percibimos como arriesgado estar a solas con Dios es que, aunque anhelamos descanso, en nuestros corazones no lo queremos en Dios. De hecho, yo diría que esta es la razón principal por la que muchos de nosotros solemos evitar el silencio y la soledad. Esto explica por qué la que la televisión es más popular que la oración. Romanos 3:10-13 enseña, con palabras muy duras, que el hombre separado de Dios no busca en realidad a Dios. No queremos ser confrontados con nuestro pecado, nuestra finitud, y nuestras debilidades.
Por eso amamos las distracciones, como lo dijo Pascal siglos atrás:
“La distracción es la única cosa que nos consuela por nuestras miserias. Sin embargo, es la mayor de nuestras miserias. Por encima de todo, es lo que nos impide pensar en nosotros y así nos conduce imperceptiblemente a la destrucción”.[7]
Nos gusta la distracción porque nos ayuda a ignorar nuestra condición de miseria espiritual y separación de Dios. Esto contribuye de manera especial a nuestra ansiedad por consumir cosas y distraernos con lo último que nos presente la tecnología. Por ejemplo, nos hemos vuelto adictos a mucho contenido en Internet, a nuestros teléfonos, y a la televisión. Esto no es de extrañar. La mayoría del contenido que más nos gusta está diseñado para capturar nuestra mente con el fin de ganar dinero.
Estas son solo algunas de las razones, que se complementan a sí mismas, por las que no buscamos más silencio y soledad con Dios. Pudiéramos seguir hablando al respecto, exponiendo más razones, pero ya entiendes el punto: debido a nuestro pecado, el silencio y la soledad con Dios son cosas que percibimos como demasiado arriesgadas en más de una manera. Se requiere mucho valor para salir de las arenas movedizas de las distracciones, el orgullo, el consumismo, y las fantasías contemporáneas que nos envuelven en la actualidad por medio de la tecnología.
El valor para apartarnos del ruido y el desorden
Así que si somos honestos, veremos que se requiere valentía para redescubrir y perseguir la disciplina de estar a solas con Dios. Al igual que Marta, solemos olvidar qué es aquello que en verdad puede saciarnos y es lo más importante en el universo: “Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada” (Lc. 11:41-21).
La clave está en entender que Jesús es lo más necesario e importante. Él vino a morir en una cruz para darnos descanso y llevar el castigo por nuestro pecado. Así podemos tener acceso al Padre, quien desea que entremos en su reposo (Heb. 4:1-11). Así hallaremos descanso verdadero (uno que las apps más modernas y la filosofía pagana no pueden darnos). Al apartarnos del caos por un momento para buscar conocerlo más en oración y estudio profundo de su Palabra, experimentaremos un adelanto del descanso final en Dios que nos aguarda por la eternidad.
Debido al amor de Dios mostrado en la cruz, ya no tenemos por qué temer acercarnos a Él. No hay razón para distraernos de la realidad y llenarnos de ruido y distracciones. Dios conoce todo lo peor sobre nosotros, y a pesar de eso nos amó de tal manera que dió a su Hijo para salvarnos (Jn. 3:16). Al mismo tiempo, ya no tenemos por qué vivir esclavos de la idolatría del consumismo o nuestros propios egos. Ya no tenemos qué seguir la fantasía de pretender estar conectados a todo y simular ser como dioses.
¿Estás profundizando en el evangelio de tal manera que puedas ser valiente y buscar a Dios en el retiro y el silencio?
Una versión de este artículo apareció primero en Coalición por el Evangelio.
[1] Calm Raises $88M, Becomes First Mental Health Unicorn.
[2] What’s the difference between apps we cherish vs. regret?
[3] Donald Whitney ha escrito más sobre los beneficios del silencio y el retiro en su libro Disciplinas espirituales para la vida cristiana.
[5] Help, I’m Exhausted by Social Media.
[6] Dopamine, Smartphones & You: A battle for your time.
[7] Blas Pascal, Una mente encendida (Miami, Florida: Patmos, 2009), p. 90.