El pasado 6 de noviembre mi abuelita (no le gustaba que la llamara “abuela”) Nancy partió a la presencia del Señor. Creo que unas breves palabras sobre ella son dignas de mención aquí, debido a la bendición que ha sido para mi vida. Ella es de esas personas que, aunque son desconocidas en la tierra, son bastante conocidas en el cielo.
Crecí escuchando sus relatos de viajes misioneros. Décadas atrás, ella recorrió toda Venezuela predicando el evangelio y buscando formar discípulos. Aunque no puedo decir que fui convertido bajo su enseñanza, sus lecturas de la Palabra causaron una enorme influencia en mí. Desde que yo era pequeño, hasta el día de su muerte, ella siempre oraba por mí para que yo fuese un instrumento en las manos de Dios.