“No soy reformado gracias a los reformados”.
Es una frase que he escuchado varias veces, dicha por personas que dicen estar interesadas en las doctrinas de la gracia y la teología de la reforma, pero que al conocer a ciertos calvinistas contenciosos cambian de parecer. Afirman que la vida de ellos resta credibilidad a las doctrinas y por eso las desestiman.
Debemos ser honestos: las personas que dicen esa frase están equivocadas. La verdad siempre es verdad aunque quienes afirmen creerla no vivan de manera consistente con ella. La sana doctrina no depende de nadie para ser bíblica. Por tanto, las doctrinas de la gracia son ciertas aunque muchos calvinistas no muestran gracia hacia lo demás.
Sin embargo, creo que la frase apunta hacia una realidad que es más común de lo que a veces estamos dispuestos a admitir: muchas iglesias y personas de “sana doctrina” sencillamente no viven una verdadera espiritualidad. Pueden tener la teología reformada, pero no la verdadera espiritualidad de la reforma: basada en la Palabra de Dios y con implicaciones prácticas en nuestras vidas, transformándonos en personas más humildes, gozosas, y amorosas.