Imagina que eres cristiano y quieres leer la Biblia en un año. Entonces abres Génesis el primero de enero y empiezas a leer un poco todos los días siguiendo algún plan que trae tu Biblia o viste en Internet. Cuando pasas un par de días sin leer, procuras ponerte al día.
Cuando llegas a Éxodo, ya estás un poco agotado y perturbado por algunas cosas que no entendiste leyendo Génesis (¡¿Qué pasaba por las mentes de las hijas de Lot!?). Y cuando llegas a Levítico, se te hace más difícil seguir la lectura y sientes que no lo vas a lograr. Luego de unos días en los que se te olvidó leer, abandonas tu plan. Y cuando luego ves tu Biblia, tratas de ahogar la sensación de que tal vez no eres un buen cristiano después de todo.
Quizá pienses que esto suena muy familiar. Tal vez no tienes que imaginarlo porque te ha sucedido. Sabes que empezar a leer la Biblia en enero es fácil. Lo verdaderamente difícil para muchos ni siquiera es llegar a diciembre, es llegar a febrero.