Es muy probable que haya cierto consumismo en tu relación con la iglesia. Es algo común entre muchos cristianos debido a nuestro pecado.
En su libro, Soy miembro de la iglesia: La actitud que hace la diferencia, Thom Rainer señala:
“Tengo la impresión de que las congregaciones en todas partes se han debilitado porque muchos de nosotros, los miembros de las iglesias, hemos olvidado lo que significa ser parte del cuerpo de Cristo.
Nos incorporamos a una iglesia con la expectativa de que allí nos servirán, alimentarán y cuidarán de nosotros.
No nos agradan los hipócritas en la iglesia, pero somos incapaces de ver nuestras propias hipocresías.
Dios no creó la iglesia local para que fuera un club de campo, un lugar exclusivo con privilegios y ventajas para sus miembros.
Nos puso en las iglesias para servir, para cuidar a otras personas, para orar por las autoridades, para aprender, para enseñar, para dar y, en algunos casos, para morir por causa del evangelio.
Muchas iglesias están débiles porque algunos hermanos no entienden en absoluto lo que significa ser miembro, o lo entienden mal. Es hora de aclarar esto, y de participar de la iglesia como Dios quiere. Ya es hora de dar, y de dejar de reclamar derechos” (p. 5).
Él está hablando específicamente sobre la iglesia en los Estados Unidos. En mi experiencia, conociendo a muchos pastores y considerando el panorama de la iglesia en Latinoamérica, este es un problema que ocurre también en nuestros países.
No entendemos qué significa ser miembros de la iglesia. Tenemos una actitud consumista en relación a la iglesia, en vez de una actitud de servicio.
Pensando en eso, quisiera compartir contigo algunas señales de consumismo para examinarnos. Somos consumistas en nuestra relación con la iglesia…
- Cuando es fácil vivir nuestras vidas al margen de la iglesia, como si ella no fuese relevante para nosotros.
- Cuando solo apoyamos las actividades en las que nos sentimos protagonistas de alguna manera o en las que nuestros gustos personales son satisfechos.
- Cuando no asistimos con regularidad a la iglesia, ni nos esforzamos para servir como deberíamos, pero nos encanta dar opiniones, criticar, quejarnos, y sugerir ideas al pastor.
- Cuando no oramos para que Dios nos conceda servir más y mejor a la iglesia.
- Cuando creemos que solo por nuestros años en la iglesia tenemos derecho a exigir que se hagan las cosas como nos gustan a nivel personal. Es pensar que los años en la iglesia nos convierten en hermanos VIP.
- Cuando podemos estar años yendo a la iglesia y disfrutando de la compañía de los creyentes, pero no buscamos bautizarnos y ser miembros en verdad. Queremos ciertos beneficios de la iglesia, pero no estamos dispuestos a vivir para el Señor.
- Cuando tomamos decisiones importantes en nuestra vida sin pensar en los efectos que ellas tendrán para la iglesia, o sin considerar la sabiduría de otros hermanos.
- Cuando hablamos constantemente a otros sobre la importancia de servir y amar más en la iglesia, pero no somos un ejemplo de eso. Demandamos lo que no damos. Esa es una forma de decir: “quiero que me sirvan y me amen, pero no me interesa hacer eso”.
- Cuando no nos gusta que nos hablen de responsabilidades en la iglesia, ni de disciplina, ni de rendición de cuentas los unos a los otros.
- Cuando una enseñanza en la iglesia no nos interesa mucho, y por eso nos da igual distraer a los demás en la congregación los domingos durante el culto dominical.
- Cuando no cumplimos con las responsabilidades que asumimos en la iglesia y no dejamos que otros las tomen. Esto implica que no consideramos el deseo de otros de servir porque no vemos a la iglesia como un lugar para eso.
- Cuando dejamos de involucrarnos en la iglesia al no poder servir como nosotros creemos que merecemos servir, o como sentimos que debemos servir, o como nos gustaría servir.
Hay muchas más señales de consumismo que pudiéramos detectar en nosotros. Espero que las que menciono aquí puedan ayudarte a examinarte. A mí también me toca esa tarea de vez en cuando.
Sobre todo, oremos que el Señor nos haga siervos para Su gloria, como Jesús (Fil. 2:1-11).
Imagen: Juan116.org