Las personas que me conocen de cerca saben cuáles son mis mayores pasiones: la teología, la apologética… y la productividad. Creo que he perdido la cuenta de cuántos libros sobre productividad he leído en los últimos cinco años. Pocas cosas me emocionan más que hablar sobre el tema. Sin embargo, hasta hace relativamente poco, no podía ver que algo en mi práctica de la productividad no estaba bien.
Buscaba aplicar los mejores hacks que leía en libros de gurús sobre el tema. Pero esos trucos por sí solos no eran suficientes. Si, por ejemplo, borraba del teléfono una app de social media para distraerme menos, igual me distraía más tiempo frente a la laptop.
En lo más profundo de mi ser, hay pasiones que sencillamente me impiden ser productivo. Me hacen distraído e ineficiente en las cosas que más me importan, incluyendo ser productivo para la gloria de Dios. “Miserable de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”.
Ahora puedo ver más claramente cuál era el problema en mi búsqueda de productividad. Debí haberlo visto con más rapidez (considerando que lo que más me apasiona es la teología): Estaba confiando demasiado en los trucos, en la información sobre cómo ser más productivo, y al mismo tiempo en mis propias fuerzas para aplicar todas esas cosas.
En otras palabras, mi problema era que aunque todos esos trucos y lecciones pueden ser muy útiles, no pueden cambiar mi corazón, así como una buena pintura no puede convertir a una chatarra en un Ferrari. Esas lecciones sobre productividad no pueden darme mayor pasión por Dios. Ellas no pueden darme en lo profundo de mi ser una mente más enfocada. Necesitamos más que simple conocimiento. Necesitamos que el Espíritu Santo haga el milagro de concedernos ser productivos de verdad.
Mi problema era que estaba tratando de ser productivo en la carne (mi propio esfuerzo), y no dependiendo primeramente del Espíritu Santo. La buena noticia es que el evangelio brinda consuelo para improductivos como tú y como yo (¡Cristo murió por nosotros!), mientras nos da poder para dar fruto verdadero en nuestras vidas que honre al Señor.
Dios está más interesado en tu productividad de lo que te imaginas. Él es glorificado en el fruto que das para Él con tu vida (Jn. 15:8). Todavía lucho dentro de mi corazón con mi tendencia a buscar confiar demasiado en mí, y no procurar depender más del señor. Pero deseo caminar más en el Espíritu (Gá. 5:16) y ser productivo para la gloria del Señor.
Si este es tu deseo también, te animo a no cometer el mismo error del que te hablo. Busca ser sabio y aplicar todo lo bueno que puedas aplicar, pero no creas que eso es suficiente. Ora a Dios y busca de Él para que te haga cada día más a imagen de Cristo, llevándote a vivir confiando en sus fuerzas y no en las tuyas (ver Juan 15:1-5).
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