Estas cortas (muy cortas) palabras de Lutero a un pastor desanimado son sencillas, pero necesarias de vez en cuando.
«Si Pedro y Pablo estuvieran aquí, te regañarían porque de inmediato deseas ser tan hábil como ellos. Arrastrarse es algo, incluso si uno no puede caminar. Haz tu mejor esfuerzo. Si no puedes predicar una hora, entonces predique media hora o un cuarto de hora. No trates de imitar a otras personas. Enfócate en los puntos más cortos y simples, que son el corazón del asunto, y deja el resto a Dios. Mira únicamente a su honor y no a los aplausos. Ora para que Dios te dé una boca, y para que le dé los oídos de tu audiencia. Puedo decirte que predicar no es un trabajo del hombre. Aunque soy viejo [Lutero tenía cuarenta y ocho años] y tengo experiencia, tengo temor cada vez que tengo que predicar. Seguramente descubrirás tres cosas: primero, habrás preparado tu sermón tan diligentemente como sabes, y se deslizará entre tus dedos como agua; en segundo lugar, puedes abandonar tu esquema y Dios te dará gracia. Predicarás lo mejor que puedas. La audiencia estará complacida, pero tú no lo estarás. Y, en tercer lugar, cuando no hayas podido avanzar con anticipación, predicarás de manera aceptable tanto a tus oyentes como a ti mismo. Así que ora a Dios y deja todo el resto a Él» [1]Citado en: Roland Baiton, Here I Stand, pos. 4447.
Lutero nos recuerda que en Dios hay gracia para predicadores desanimados y abrumados ante la tarea que tienen. Piensa en esto y confía en el Señor.
Referencías