Nunca dejes de amar porque solo cuando amamos la vida tiene sentido y conocemos a Dios de formas más íntimas y gloriosas.
Nunca contengas la poesía que Dios ha puesto en tu interior. Ella nació para ser libre.
Nunca dejes de reír porque tu risa en plena libertad agrada a tu creador.
Nunca te quejes de tu situación actual porque los días son como la marea en medio del naufragio: Siempre te traerán algo nuevo.
Nunca tengas miedo de llorar porque hay momentos que existen para que hagamos eso. Desde que vinimos a este mundo, llorar significa que estamos llenos de vida.
Nunca te preocupes porque la preocupación es una alarma de que no nos estamos deleitando en Dios en medio de cualquier circunstancia.
Nunca dejes de caminar porque todas las cosas malas que has pisado en el camino, no se despegarán de las suelas de tus zapatos al menos que sigas avanzado y conociendo a Dios.
Nunca te instales en tu zona de confort porque no naciste para permanecer siempre allí.
Nunca dejes de considerar a Dios como la fuente que puede llenar el hueco en tu corazón que todas las otras cosas no logran satisfacer.
Nunca te aferres a lo que conoces hasta ahora de Jesús porque Él siempre será más grande.
Nunca confundas el magnifico propósito de Dios para tu vida con tus sueños de autorealización personal.
Nunca olvides que Dios le da las mejores cosas a quienes lo dejan escoger a Él.
Nunca temas vivir por aquel que murió y resucitó por ti, porque naciste para vivir y hacerlo en abundancia.
Nunca olvides que el amor de Dios no tiene final y que naciste para Su placer.
Nunca dejes de perderte en el océano de Su grandeza, porque ese es tu verdadero hogar. Conocer a Dios es volver a casa.
Nunca olvides que Dios no se encuentra únicamente en el destino al que vas, sino que también se encuentra en el viaje.