En mi experiencia, mucha de la consejería que los jóvenes piden en la iglesia tiene que ver con el noviazgo. ¿Eso debería sorprendernos? Por supuesto que no.
En la juventud, las hormonas revolucionan nuestros cuerpos y el “amor está en el aire”. Además, nuestra cultura está obsesionada con lo que llama amor (siempre hay una película romántica en cartelera), y en el mundo hay diferentes formas de entenderlo, algunas muy contradictorias entre sí. Ante eso, todo joven creyente necesita asegurarse de comprender el noviazgo de una manera que honre al Señor.
Así que tiene mucho sentido que un joven se pregunte: ¿qué es lo más básico que yo debería saber sobre el noviazgo cristiano? Espero ayudarte a continuación presentándote tres verdades al respecto.
1. El noviazgo no es lo más importante
Hace muchos años yo me congregaba en un iglesia cuyo ministerio de jóvenes tenía una obsesión particular con el tema del noviazgo. Casi todas las semanas los sermones a los jóvenes eran sobre el tema, y todos los meses organizaban eventos multitudinarios al respecto. Eso me parecía bien en aquel entonces, pero ya no estoy tan seguro de eso.
Una de las tragedias más grandes en muchos ministerios juveniles es que tenemos a un montón de chicos y chicas que saben decenas de tips sobre el noviazgo, pero no tienen un entendimiento correcto de cómo Cristo nos salva y qué revela la Biblia sobre nuestro Dios. Hay un problema cuando jóvenes que dicen ser cristianos están más interesados en tener un “noviazgo cristiano” que en conocer más a Cristo. De hecho, esta crisis se evidencia cuando estos jóvenes evangélicos lanzan a la fama a otros jóvenes que se enfocan en hablar mucho sobre noviazgo cristiano en redes sociales. ¡Pero si la Biblia en realidad prácticamente no habla sobre el noviazgo!
Al estar enamorados, o en una relación exitosa, o cuando nos dejamos engañar por lo que la cultura que nos rodea suele decir sobre el noviazgo, es fácil sentir que el noviazgo es la cosa más grande en todo el mundo. Es fácil sentir que es lo más importante. Por eso muchos jóvenes acuden a Cristo para que les dé una pareja espectacular y un mejor noviazgo, pero no para tener a Cristo y pedir a Dios que les haga amarlo más a Él. Lo sé por experiencia porque, por mucho tiempo en mi adolescencia, yo estaba más interesado en tener una novia que en estar satisfecho en Dios.
Ante esta realidad, necesitamos entender que el noviazgo no es lo más importante en el universo. La gloria de Dios es lo más importante en el universo (Ro. 11:36).
Ningún noviazgo en este mundo será eterno, así que no mires el noviazgo como lo más grandioso que existe, ni como la meta de tu vida. Cuando compras la mentira de que un buen noviazgo (cristiano o no) es lo más importante para ti, ya has cometido idolatría. Y ningún ídolo podrá satisfacer el anhelo más profundo de tu corazón.
Idolatrar el noviazgo te hará exigir demasiado de tu pareja, o vivir miserable si no estás en una relación, o lamentarte si ella no luce digna de fotos en Instagram que acumulen muchos likes, o vivir entregando absolutamente todo tu ser a esa relación (atesorando la relación más que a Dios) mientras que otras áreas de tu vida están en desorden. Esta es una receta para mayor caos en medio de un mundo que ya es caótico por causa del pecado. Lo cual nos lleva a la siguiente verdad.
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2. El noviazgo no es lo más necesario.
Si la gloria de Dios es la realidad más importante, entonces es eternamente mejor para nuestras almas no tener un noviazgo y tener a Cristo, que tener un noviazgo que luzca bien y no tenerlo a Él. Un buen noviazgo cristiano es hermoso porque puede ser un eco del evangelio que nos habla de la iglesia como la novia prometida de Cristo; pero un noviazgo no es el evangelio. No es la realidad máxima. No es Jesús. No es lo que más necesitas.
Cualquier noviazgo que puedas tener en esta tierra es incapaz de morir por ti, reconciliarte con Dios, darte una esperanza firme para afrontar cualquier circunstancia adversa en tu vida, y darte la gracia que solo Cristo puede otorgar. Por eso necesitamos la realidad máxima. Necesitamos la cruz y la tumba vacía.
No es malo en sí mismo desear una pareja (Pr. 18:22), pero un noviazgo (y matrimonio) no está en los planes de Dios para todo creyente (Mt. 19:10-12; 1 Co. 7). “No es bueno que el hombre esté solo”, pero podemos gozar de compañía edificante fuera del matrimonio con amigos en la iglesia, o en la familia. Recuerda la amistad de David con Jonatán (1 S. 20), o la de C. S. Lewis con J. R. R. Tolkien, en la que ambos se ayudaban a crecer y desarrollar sus dones. Por otro lado, mientras el matrimonio apunta al evangelio al reflejar el amor de Cristo por su iglesia y viceversa (Ef. 5:25-33), la soltería también puede apuntar al evangelio al ilustrar la suficiencia de Dios y la espera de la iglesia por su Novio. Además, la soltería es un llamado y regalo del Señor (1 Co. 7:6-9).
Así que si estás soltero, necesitas reconocer que tal vez el plan de Dios para ti es que permanezcas así hasta el día en que la Iglesia se case con el Cordero (Ap. 19:6-10). Y en aquel entonces, la soltería en los individuos será universal (Mt. 22:30). ¿Qué pensarías de eso? ¿Creerías que Dios es malo contigo si te deja soltero toda tu vida aquí? ¿Verías eso como una maldición o una oportunidad para glorificar a Dios en la soltería? Esto puede ayudarte a descubrir si idolatras el noviazgo.
Curiosamente, aquí vemos la clave para que un noviazgo sea exitoso en glorificar a Dios: ambas personas deben entender que no se necesitan, y deben buscar primero el máximo gozo en Dios. Idolatrar una relación es dañino. En cambio, cuando estamos satisfechos primero en el Señor, por lo que Él es y ha hecho, entonces podemos amar a nuestra pareja sin exigir lo que no puede darnos. Podemos vivir en paz estemos o no estemos en una relación. Podemos amar a nuestra pareja mejor amando más a Dios.
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Para tener un noviazgo que agrade a Dios y sea edificante, necesitamos amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad, y mucho control propio. Sin todo eso, jamás viviremos como necesitamos hacerlo en un noviazgo o fuera de uno. Colapsaremos con frecuencia. No seremos pacientes, ni sabremos perdonar o renunciar a nuestros desquiciados egos. Sucumbiremos fácilmente a tentaciones. No seremos agradecidos ni amorosos. Y todo esto es fruto del Espíritu Santo que viene a nuestras vidas cuando creemos el evangelio y atesoramos a Cristo sobre todo lo demás (Gá. 5:22-23).
Así que el secreto para un noviazgo exitoso es entender que no necesitas un noviazgo. Es entender que necesitas más a Cristo, y permanecer unido a Él por medio de la fe, y procurar eso mismo para la otra persona. Esto es lo que hace la diferencia en la vida, estés en una relación o no.
3. El noviazgo cristiano tiene como meta glorificar a Dios
Los cristianos no somos llamados a glorificar a Dios y a vivir adorándolo con nuestras vidas para que Él nos ame. En cambio, deseamos glorificarlo porque Él es digno de adoración y nos amó de antemano. Nos amó a tal punto que dio a su Hijo por nosotros para rescatarnos de la condenación que merecemos por toda nuestra idolatría y rebelión contra Él (Ro. 5:8, Jn. 3:16). Nos amó a tal punto que decidió escogernos por gracia, llamarnos, perdonarnos, y comprometerse a llevarnos a ser como Jesús (Ro. 8:29-30).
Necesitamos entender que Dios nos llama a vivir para su gloria, estemos en un noviazgo o no (1 Co. 10:31). Somos llamados a comprometernos con la pureza y la santidad. Esto debe cambiar la manera en que ves el noviazgo. Un noviazgo no debe ser para “pasar el rato y estar juntos”. No es para usar a otra persona para tu placer y beneficio. No debe ser un experimento con nuestros corazones y cuerpos (que pertenecen al Señor si somos creyentes) o los de alguien más (pues somos llamados amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos). En cambio, un noviazgo debe tener como fin exaltar el nombre de Dios.
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¿Cómo luce un noviazgo que glorifica al Señor? Considera al Señor como lo más importante y necesario en el universo (ver puntos 1 y 2). Ambas personas en la relación procuran ayudar a la otra a crecer a imagen de Jesús, recordándose las preciosas verdades del evangelio. Ambas personas en el noviazgo procuran guardarse del pecado, evitar las tentaciones, ayudarse a buscar más del Señor. Ambas personas se muestran gracia porque Dios les ha mostrado gracia. Y ya que el evangelio nos modela que la recompensa y consumación apropiada del amor entre hombre y mujer es el matrimonio (Ap. 19:6-10), un noviazgo que glorifica al Señor procura como meta un matrimonio para la gloria de Él.
Todo esto también implica buscar la sabiduría y los consejos de creyentes maduros, ya que la voluntad de Dios es que como iglesia nos ayudemos unos a otros en la carrera de la fe. Y si no estás en una relación, esta realidad debe moldear tus expectativas sobre alguna relación futura. El evangelio debe animarte a buscar en oración la voluntad de Dios, con ayuda de personas mayores y sabias, antes de entrar en un noviazgo. La meta debe ser clara: adorar al Señor en todo y llegar a un matrimonio en donde ambas personas sigan adorándolo (ahora de nuevas y más íntimas maneras).
A veces esa meta no se alcanza por varias razones, la mayoría de las cuales son muy dolorosas y complicadas. El pecado es escurridizo y daña muchas relaciones. Es por eso que toda pareja en noviazgo, o considerando iniciar uno, necesita ser sabia al respecto. Al mismo tiempo, es posible que al leer todo esto puedas ver que has cometido serios errores. Sé lo que es equivocarse, y no estás solo en esto. ¡No quiero que leer esto te deje abatido!
Entonces, ¿qué hacer al respecto? ¿Cómo seguir con nuestras vidas cuando el dolor de una relación amorosa rota o el pecado nos golpea?
Déjame decirte qué podemos hacer: podemos mirar a Aquel que fue a un pesebre, y luego a una cruz, y luego a una tumba que está vacía ahora, y luego a los cielos para interceder por nosotros y reinar sobre todas las cosas. Podemos aferrarnos al evangelio. Esto hace toda la diferencia en el mundo. Es lo que nos consuela cuando hemos fallado y pecado, y al mismo tiempo nos impulsa a vivir en santidad. Podemos confiar en la soberanía de Dios, acudir a Él en arrepentimiento por nuestros pecados, y seguir hacia adelante en su voluntad para tu vida.
A fin de cuentas, Cristo nos ama, y esto más que suficiente.
Una versión de este artículo fue publicada primero en Coalición por el Evangelio.