Desde un púlpito pueden decirse muchas cosas los domingos. Algunas de ellas pueden ser verdaderas; otras pueden ser mentiras, aunque dichas con las mejores de las intenciones. No creas automáticamente todo lo que escuches en la iglesia.
Sé que este consejo es contrario a lo que muchos de nosotros hemos escuchado hasta el cansancio. A muchos cristianos en el mundo hispano nos educaron para no cuestionar lo que el pastor diga desde el púlpito y más bien recibir toda su enseñanza como la Palabra de Dios para nosotros. Pero ese no es el modelo bíblico. Necesitamos ejercer discernimiento.
Tenemos un ejemplo de esto en 1 Corintios 14. Cuando el apóstol Pablo da instrucciones allí sobre cómo debería practicarse el don de profecía en la iglesia, él dice algo que muchas iglesias suelen ignorar por completo en nuestros días: “Y que dos o tres profetas hablen, y los demás juzguen” (v. 30). La iglesia debía juzgar y discernir lo que escuchaba. Ningún creyente debía abrazar en piloto automático la enseñanza de los profetas que se levantaban en medio de ella y decían hablar de parte de Dios. ¿Hemos pensado lo suficiente en esto?
Hay muchas falsas doctrinas en nuestros días que tuercen el evangelio de Cristo, socavan nuestro testimonio cristiano, y confunden a millones de personas. Esto no se debe solo a que abundan los falsos maestros en nuestros días. Se debe también a que no hemos evaluado las predicaciones y enseñanzas que escuchamos a la luz de la Palabra de Dios.
Necesitamos ser como los judíos en la sinagoga de Berea, a quienes Pablo les predicó el evangelio. La Biblia relata que ellos “eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas [que escuchaban] eran así” (Hch. 17:11).
Solo porque una persona desde el púlpito cite la Palabra de Dios no significa que la está usando correctamente. El apóstol Pedro nos advierte que en la Biblia “hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen, como también tuercen el resto de las Escrituras, para su propia perdición” (2 Pe. 3:16). No olvidemos que el diablo citó la Biblia cuando tentó a Jesús en el desierto, y eso no lo hizo menos diablo. Él la citó torciéndola y sacando versículos fuera de contexto. ¡Qué peligroso escuchar a hombres que hacen lo mismo!
Vivimos en días en que muchas personas desean que les prediquen el error que los haga sentir más cómodos, como explica Pablo: “Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros, y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a los mitos” (2 Ti. 4:3). En contraste, los creyentes somos llamados a usar correctamente la Palabra de Dios (2 Ti. 2:15) y atesorar el glorioso evangelio de nuestra salvación, cueste lo que cueste. Él es digno de que seamos fieles a la verdad de su revelación en la Biblia.
Por amor a Dios, tu propia alma, tu iglesia, y el mundo que te rodea, no creas automáticamente todo lo que escuches en tu iglesia. La verdad es demasiado preciosa como para confundirla con la mentira y el error.