Aunque la palabra legalismo no está en la Biblia, el legalismo es algo terrible que abunda en muchos lugares.
“Legalismo” es una palabra que usan los cristianos para describir una posición doctrinal en donde, para tener salvación y crecimiento espiritual, se debe hacer énfasis en un sistema de reglamentos. (Esa definición fue tomada de acá)
Lamentablemente, en muchas congregaciones debemos repensar nuestra definición de lo que es el legalismo, ya que muchas veces llamamos legalismo a lo que no es legalismo en realidad.
A veces en las congregaciones se evitan hablar temas importantes durante la prédica, temas como la depravación del hombre, la maldad del pecado, y la ley de Dios (por nombrar solo algunos ejemplos), ya que a la gente no le gusta escuchar de esos asuntos. Creen que “todo eso es muy legalista”.
Es hora de repensar el legalismo.
Si el simple hecho de hablar el verdadero significado de la ley y mostrar cuanto aborrece Dios el pecado es legalismo, entonces Jesús fue el hombre más legalista de la historia.
Es necesario que se hable sobre la maldad del pecado y la importancia de hacer lo que Dios quiere que hagamos descansando, por supuesto, en la victoria de Cristo (es la única forma de hacerlo).
Es mejor predicar una verdad que ofenda, que predicar una mentira que aparte a las personas de conocer a Jesús y ser verdaderamente salvos.
Hay muchas razones por la cual existe un Antiguo Testamento antes del Nuevo Testamento, y una de esas razones es la siguiente: No podemos entender la gracia si no tenemos una verdadera comprensión de la ley y de lo pecadores que somos.
Así que te invito a que repienses tu definición práctica del legalismo… y te alejes del verdadero legalismo, que es aquel que niega la gracia de Dios.
Los cristianos no deben hacer lo correcto para ser salvos, sino que deben hacer lo correcto porque YA son salvos y la gracia de Dios les capacita para eso. Una fe sin obras no es una fe genuina. Es necesario que seamos hacedores de la palabra, en vez de simples habladores, y que comprendamos que así como Dios es un padre amoroso, Él también es un juez.
Predica contra el pecado, apunta a Jesús, habla como Jesús hablaba no importa si la gente se enoja contigo, habla sobre lo perfecta que es la ley de Dios… pero hazlo con gracia. Eso no es legalismo. Eso es algo que Dios quiere que hables, le guste a la gente o no.