Salir de una iglesia del evangelio de la prosperidad no garantiza que el evangelio de la prosperidad haya salido de nosotros.
Lo sé por experiencia.
Aborrezco ese falso evangelio, pero a veces actúo como si aún lo creyera. Y es posible que te pase lo mismo, aunque no estés consciente de eso.
Piensa en esto: si te enojas con Dios cuando las cosas no resultan como tú quisieras, es porque en tu corazón sientes que Él te debe cosas porque eres creyentes o has sido obediente. Esta es básicamente la mentira del evangelio de la prosperidad. No eres muy diferente al que piensa que todo le saldrá bien por ofrendar o repetir una oración.
Lo mismo ocurre cuando te sientes más amado por Dios cuando todo va bien en tu vida.
Cuando creemos que las iglesias grandes son las más bendecidas o que los pastores más fieles son los más famosos, aunque expresemos esas ideas con nuestros labios, ¿no hemos abrazado de alguna manera la superficialidad y el engaño del evangelio de la prosperidad?
Esto se nota también cuando queremos predicar más a los pobres en nuestras ciudades que a los ricos, partiendo de un entendimiento no explícito de que los ricos no necesitan el evangelio tanto como los pobres. O cuando buscamos a Dios por las cosas que Él puede darnos en este mundo y no primeramente por lo que Él es. Cuando pensamos que la pobreza y la enfermedad siempre son castigos de Dios por el pecado.
A veces es fácil sacar mentiras de nuestras mentes sin sacarlas del corazón. Esta realidad, notable incluso en muchos creyentes que afirmamos ser reformados, evidencia que todavía necesitamos arrepentirnos todos los días. Todavía necesitamos combatir a los ídolos que quieren erigirse en nuestros corazones. Todavía necesitamos seguir renunciando a la superficialidad. Todavía necesitamos aprender a estar más satisfechos en Dios.
A veces me pregunto si esta es una de las razones por las que el despertar a la doctrina reformada carece de mayor impulso en nuestros países dentro de los círculos evangélicos. ¿Cómo ser convincentes al hablar sobre la suficiencia de Dios y el verdadero evangelio a las personas engañas por el evangelio de la prosperidad, si a veces vivimos como ellos, valorando las cosas que ellos valoran, siendo fáciles de impresionar por lo pasajero y material?
La buena noticia es que Dios sabía esto cuando envió a su Hijo a morir por nosotros. Y aún así escogió salvarnos totalmente por gracia y transformarnos a imagen de su Hijo (Ro. 8:29-30).
Sí, todavía somos pecadores que a veces actúan como si el evangelio de la prosperidad fuese real, pero Dios prometió terminar lo que empezó en nosotros (Fil. 1:6). Y Él quiere usarnos para la salvación de los perdidos. Para que otros conozcan también su gracia y sean libres del error.
El amor de Cristo tiene poder para purificar nuestros corazones de todo engaño. Por tanto, no dejemos de profundizar en el significado de la obra de la cruz. Solo así viviremos para la gloria de Dios. Solo así podemos andar en el camino de la verdadera prosperidad en Él.