“¡Cuán presuntuoso y ridículo se muestra el que responde antes de oír!”
(Proverbios 18:13 RVC)
Seamos honestos: Nos ahorraríamos muchos fails si escucháramos completamente a una persona antes de hablar u opinar.
Te lo digo por experiencia. Al igual que tú, he cometido algunos errores por no oír lo que mi prójimo me quería decir.
Relato de un momento incómodo.
En una charla secular que yo estaba dando, ocurrió un breve momento de intensidad que nadie se esperaba: Casi al final, yo estaba diciendo una frase y alguien me detuvo a gritos antes de que yo la culminara y la explicara.
Aquel señor de edad algo avanzada, canas, lentes, y al parecer con gusto por la moda, me gritó que debía callarme, que estaba equivocado, y que debía retractarme delante de todos.
El resto de la audiencia estaba atónita observando. Yo vacilé unos segundos porque no sabía reaccionar ante esa situación (era primera vez que me ocurría).
Le dije algo como “hey tú, no me dejas terminar lo que quiero decir” mientras fingí una sonrisa, y luego terminé mi frase y lo que estaba diciendo (a la vez que por dentro estaba bastante enojado y furioso).
El resto de las personas comprendió el punto que expuse, aunque tal vez se distorsionó un poco gracias a la intervención de aquel hombre y el impacto que causó en mí. Mi poca experiencia ante tratos así jugó en contra mía cuando traté de explicarme y retomar mi hilo.
Luego de una serie de aplausos que recibí, y que son gracias a Dios, mi ponencia culminó.
Si para mí aquel momento fue incómodo, para aquel señor con mucho ego lo fue aún más. Si aquel sujeto quería atención, sin duda la tuvo para mal.
Luego del encuentro cuando ya todos nos estábamos yendo del salón, muchas personas se acercaron a felicitarme por mi charla (todo fue gracias a Dios) y a platicar rápidamente conmigo.
Lo obvio: Todo aquel que se me acercó, me dijo que el señor que me interrumpió fue un grosero presumido. Aquel hombre se convirtió en el Jar Jar Binks de la función.
Hasta me sentí incómodo al escuchar a tanta gente hablar mal de alguien más, que sin duda se buscó que eso ocurriera.
Todos cometemos ese error.
En este post hablo de aquel tipo aguafiestas, pero en realidad yo también he hablado duramente antes de escuchar a alguien más.
Por más edad que tengamos, todos hacemos esa clase de errores y quedamos manchados ante los demás.
(Lee también: 5 Preguntas Para Hacerte Antes De Hablar)
Cuando hablamos sin haber escuchado antes:
- Somos orgullosos y el amor de Dios no se manifiesta en nosotros.
- Actuamos como groseros maleducados y así seremos recordados.
- Hacemos el ridículo por ser impacientes y creer que lo sabemos todos.
Entonces, ¿Vale la pena reaccionar antes de escuchar a alguien?
NO.
La importancia de escuchar.
Ha sido en la iglesia donde más he aprendido lo valioso que es oír completamente lo que tienen que decir las demás personas.
Por ejemplo, hay muchas cosas sobre la forma de predicar de varios hermanos que no me agradan. Sin embargo, haberles escuchado al completo cuando me hablan, me ayuda a comprenderles más y a amarlos más siendo paciente (incluso cuando siga en desacuerdo con ellos).
El adelantarnos a lo que alguien más nos quiere decir, puede ser de tropiezo mortal para nuestra relación con el prójimo, y por ende, en nuestro caminar con Dios.
En un mundo donde muchas personas son presumidas y critican antes de conocer y escuchar, te invito a que salgas de la rutina y escuches antes de abrir tu boca.
Esta invitación también es para mí. Confiemos en que Dios ha dicho que terminará lo que empezó en nosotros (Filipenses 1:6). Dejemos que la paciencia de Dios se perfeccione en nuestras vidas.
Aprendamos a callar y escuchar, para de esa forma aprender a hablar. Eso es genial.
Por último:
¿Hay alguna experiencia con respecto a este asunto que hayas vivido o visto? Te animo a que dejes un comentario más abajo.
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