La apologética cristiana es uno de los temas que más me apasionan y en los que deseo profundizar por el resto de mi vida. Amo estudiar al respecto y aprovechar toda oportunidad que se me presente para ayudar a otras personas a crecer en la fe, hacerles ver lo razonable y hermoso que es el evangelio, y exaltar la verdad por encima del error.
No obstante, es inevitable cometer algunos errores cuando haces apologética (¡y vaya que he cometido muchos!). Quiero aprender de ellos y animarte a procurar una apologética que glorifique cada día más a Dios.
Estos son 12 errores que necesitamos evitar al defender la fe:
1. Descuidar la oración y olvidar la soberanía de Dios. En palabras del apologista John Frame, “la oración es la máxima arma apologética”.[1] No dejes de orar por las personas a las cuales predicas el evangelio y defiendes la fe. Dependemos totalmente del Señor en esta tarea, y en última instancia solo Él puede cambiar los corazones de la gente. Recuerda que Dios es soberano en la salvación de pecadores (Jon. 2:9), y si Él pudo salvarte a ti salvará a cualquier otro.
2. Hablar con impaciencia, sin gracia, y falta de integridad. Lo más seguro es que a nadie le interesa escucharte hablar del evangelio si tu vida primero no evidencia el poder de ese evangelio. Vive y habla de tal manera que tu conducta adorne la doctrina que enseñas (Tit. 3:10, 1 Pe. 3:15-16). Seguramente serás tentado a responder con una palabra de odio cuando te consigas a alguien que te ofenda sin necesidad. No caigas en provocaciones. Refleja a Jesús. Recuerda cómo debe ser un siervo de Dios (2. Ti. 2:22-26)
3. No escuchar bien a las personas. Con frecuencia, la forma más fácil de aumentar en la mente de las personas tu derecho a ser escuchado es primeramente escuchando realmente las inquietudes, posturas, e ideas de los demás. Además, “El que responde antes de escuchar, cosecha necedad y vergüenza” (Pr. 18:13).
4. Usar muñecos de paja y falacias. Esta es una de las principales razones por las cuales mucha de la apologética cristiana es tan poco convincente. Evita las falacias al contrarrestar el error. Como ha dicho Timothy Keller: “Haga el trabajo necesario hasta que pueda articular las ideas de su oponente con tal fuerza y claridad que él o ella pueda decir: ‘Ni yo mismo podía haberlo dicho mejor’. Entonces, y solo entonces, tendrá integridad su polémica y de hecho, la posibilidad de ser persuasiva”.[2]
5. Descuidar tu tarea. Por supuesto, esto implica que no solo debes estudiar y conocer bien lo que crees y deseas proclamar para la gloria de Dios, sino también lo que creen los demás. Necesitas preparación. Es un mandato bíblico (1 Pe. 3:15).
6. Usar los mismos argumentos y presentaciones para todas las personas. Esta es otra de las razones por las cuales muchas veces nuestra apologética no es efectiva. Sí, viste a Timothy Keller o William Lane Craig dar buenos argumentos en un vídeo en Youtube y te dan ganas de repetirlos, pero debes saber que tu audiencia seguramente no será la misma. Lo que responde a las preguntas de algunos y habla a sus corazones puede no tener el mismo impacto en otros.
7. Ver solo lo negativo en las cosmovisiones ajenas. Por ejemplo, si ves a un ateo que dice que la razón importa mucho y que por eso no cree en Dios, antes de abordar el problema en su cosmovisión (la negación de Dios), sé humilde y hazle saber que tu fe no te priva de reconocer lo bueno en otros: dile “estoy de acuerdo contigo en que la razón importa. No debemos creer todo lo que escuchemos, y me alegra saber que en ese sentido piensas lo mismo”. Ese detalle puede mostrar amor a otros en una época en la que las personas solo ven lo malo en los demás. Esto puede hacer una diferencia grande en cómo eres escuchado.
8. Perder demasiado tiempo respondiendo al necio conforme a su necedad. La Biblia dice: “Responde al necio según su necedad se merece, para que no sea sabio ante sus propios ojos” (Pr. 6:5). Pero el versículo anterior dice: “No respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él”. ¿Qué significa eso? Significa que aunque debemos refutar al necio para que no se crea sabio y en cambio se humille ante Dios, debemos tener cuidado de no persistir demasiado con la gente que sencillamente ha decidido rebelarse contra la verdad. Esto requiere sabiduría. ¿Cuántas horas habrán perdido muchos apologistas con gente que desde el comienzo fue burlona y no manifestó respeto o humildad para escuchar un poco?
9. Hacer apologética sin los motivos correctos. Dios te llama a tener una meta más elevada que verte cool o ganar debates para simplemente aplastar a otros. Como decía John Newton en una carta sobre cómo lidiar con temas controversiales: “¿Qué aprovechará al hombre si ganara su causa y silenciara a su adversario, si al mismo tiempo perdiera el espíritu humilde y tierno en el cual se deleita el Señor y sobre el cual se promete su presencia? …Si te contentas con una demostración de tu inteligencia y tu sentido de humor, tienes una tarea fácil; pero espero que tengas un propósito mucho más noble”.
10. No saber decir “no lo sé”. Muestra humildad cuando no sepas qué decir. En vez de responder lo que venga a tu mente, sin haber pensado al respecto, es más amoroso e íntegro decir: “No había pensado en eso que me preguntas. En este momento no sé exactamente cómo responder de la manera más ordenada, pero procuraré hacerlo la próxima vez que nos veamos” (y en verdad hazlo; mira de nuevo el punto 2). En un mundo en el que la mayoría quiere opinar de todas las cosas como expertos (algo que podemos ver a cada rato en las redes sociales), sé diferente para la gloria de Dios.
11. No preocuparte por las personas. Muchas veces queremos hacer apologética sin ayudar a las personas en sus dificultades. Creo que esto sencillamente no honra al Señor. Así que la próxima vez que quieras predicar y evangelizar a un compañero de la universidad que está atravesando serias dificultades económicas, considera también invitarlo un día a comer en tu casa y ayudarlo así (por ejemplo). A menudo, nuestras acciones por las personas, y no nuestras palabras, son nuestra mejor apologética. Si Dios entregó a su Hijo por ti cuando eras su enemigo, ¿quién eres para no hacer un bien a tu prójimo?
12. No estar centrado en el evangelio. Pablo no podía hablar de ningún tema sin conectarlo a Cristo, y nosotros también debemos ser así (1 Co. 1:2). Solo el evangelio puede salvar (Ro. 1:16). Está muy bien si quieres defender el creacionismo u oponerte a la ideología de género, pero no esperes ver un cambio en el corazón de las personas si no estás predicando a Cristo. ¿De qué sirve hablar sobre fósiles de dinosaurios o la irracionalidad del movimiento transgénero si Jesús no es proclamado? No olvides a Cristo cuando hables de la razón del cristianismo.
[1] John Frame, Apologetics: A Justification of Christian Belief (P&R Publishing, 2015), p. 206.
[2] Timothy Keller, Iglesia Centrada: Cómo ejercer un ministerio equilibrado y centrado en el evangelio en la ciudad (Vida, 2013), Kindle Locations 13149-13152.
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