Todos necesitamos tener claro qué diferencia al Dios del cristianismo de todos los otros dioses de las otras religiones, ya que hay personas que dicen que todos los dioses son el mismo. Considero que las principales tres diferencias son las siguientes. Y es mi deseo que estas verdades de nuestro Señor, sean usadas por Dios para avivar en ti una pasión por conocerlo más, y vivir con más temor, amor y agradecimiento a Él.
1. Nuestro Dios es real.
Solo hay un único Dios y ese es el que se ha revelado mediante Su Palabra y a través de Jesucristo. Muchos pasajes de la Biblia hablan sobre eso, entre ellos 1 Timoteo 2:5 y Hebreos 1:1-2.
De hecho, a lo largo de las Escrituras vemos en varias ocasiones como varios profetas, inspirados por el Espíritu Santo, se mofan de los ídolos de otras religiones y pueblos (¡Y con mucha razón!).
En Jeremías 10:5 podemos leer lo siguiente sobre los ídolos, por ejemplo:
“Erguidos están como palmera, pero no hablan; necesitan ser llevados porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque no pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder”.
Ah, pero nuestro Dios existe y en Su gran misericordia escucha a quienes depositan su confianza en Él.
“Porque desde el principio del mundo no se ha escuchado, ni oído ha percibido, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en Él espera” (Isaías 64:4)
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2. Nuestro Dios es soberano.
“Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho”
(Salmos 115:3)“Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder?” (Isaías 14:27)
Como nuestro Dios es real, Él lo gobierna todo y nada puede interponerse en Sus planes. Sorprendentemente, Dios hizo que el rey Nabucodonosor viera esta gloriosa verdad:
“Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35)
Como nuestro Dios es soberano…
- Sus planes siempre tienen éxito. Él siempre es feliz cuando ve el cuadro completo de toda la eternidad[1]Recomiendo la lectura de lo que John Piper habla al respecto en los primeros capítulos de su libro «Deseando a Dios«.
- Es digno de toda nuestra confianza y obediencia, ya que le debemos absolutamente todo a Él.
- Puede hacer lo que nada ni nadie más puede hacer.
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3. Nuestro Dios es santo.
“… Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3)
Dios es perfecto, separado en la categoría de sí mismo, sin macha y moralmente puro. A eso se refiere la Biblia cuando habla que Dios es santo.
“La Biblia dice que Dios es santo, santo, santo. No dice que Dios es simplemente santo, ni siquiera santo, santo. Él es santo, santo, santo. La Biblia nunca dice que Dios es amor, amor, amor o misericordia, misericordia, misericordia o ira, ira, ira o justicia, justicia, justicia. Dice que Él es santo, santo, santo y que toda la tierra está llena de Su gloria”[2]R.C. Sproul, La Santidad de Dios — R.C. Sproul.
Como Dios es santo, no acepta en Su presencia a criaturas injustas y corrompidas por sus pecados. Aquí es donde entra el evangelio.
En el evangelio, se nos muestra que Dios es tan santo que para que nosotros podamos estar en su presencia sin ser consumidos por Su ira, alguien debe recibir por nosotros el castigo por nuestros pecados y presentarnos sin manchas ante Dios viviendo por nosotros (Romanos 3:23-25, 5:19). De esa manera, Dios perdona sin pasar por alto su justicia a todo aquel que confía en Jesús (Juan 3:16). Ese salvador provisto por Dios, es Él mismo en la persona de Jesucristo (Colosenses 2:9), ya que sólo alguien perfecto y de infinito valor puede proveer el sacrificio perfecto.
Dios es más santo de lo que podemos imaginar, lo cual significa que merecemos el infierno más de lo que podemos imaginar, pero también que somos más amados y perdonados de lo que podemos imaginar gracias a Jesús. Si esto no te asombra, es porque no lo has leído bien.
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