Cuando John Piper releía el clásico de Henry Scougal, La vida de Dios en el alma del hombre, se encontró con el siguiente pensamiento: “el valor y la excelencia de un alma se mide por el objeto de su amor”. Al meditar en eso, su mente empezó a correr y preguntarse: “¿podrá ser verdad con respecto a Dios? ¿No será también el caso de que el valor y la excelencia de Dios se midan por el objeto de su amor?” (pos. 191). Piper escribe:
“Si [Scougal] está en lo cierto -pensé- la única forma de meditar en la excelencia de Dios es meditar en sus deleites. Una forma de ver su gloria es llegar a ver su gozo. Esto se convirtió en un pensamiento que me emocionaba, ya que conocía por experiencia y por las Escrituras que cuanto más me enfoco en la gloria de Dios, más soy transformado a su semejanza. Tenemos la tendencia a convertirnos en aquello que admiramos y disfrutamos. Y cuanto mayor sea nuestra admiración, mayor será la influencia que aquello ejercerá sobre nosotros” (pos. 212).
Así que Piper empezó a estudiar y reflexionar sobre aquellas cosas que —muestra la palabra de Dios— son objetos del amor del Señor, el resultado es lo que tienes en Los Deleites de Dios: Meditaciones acerca del placer que siente Dios por ser Dios. El autor confiesa:
“A medida que buscaba en la Biblia todas las citas que mencionan los deleites y gozos de Dios […] vi surgir un importante estudio bíblico sobre el carácter de Dios. Me di cuenta de que los deleites de Dios eran en realidad un retrato de Dios. Cada deleite es un rasgo de la gloria de su semblante” (pos. 236).
A lo largo de este libro, Piper busca exponer lo que enseña la Biblia sobre aquellas cosas en las que Dios se deleita, y por qué Él se deleita en ellas. Cada capítulo aborda un aspecto específico: El deleite de Dios en Su hijo, en todo lo que hace, en la creación, en Su fama, en la elección, en quebrantar a Su hijo, en hacerle bien a todos lo que esperan en Él, en las oraciones de los justos, en la obediencia personal y en la justicia pública, y el deleite en ocultarse de los sabios y revelarse a los niños.
Si en su potente libro Deseando a Dios, John Piper argumentó que “el fin del hombre es glorificar a Dios al disfrutar de Él”, Los Deleites de Dios da un paso más adelante enseñando, mediante la exposición del retrato que muestran tales deleites, que el fin de Dios es glorificarse a sí mismo al disfrutar de Él, porque Él es digno y más grande de lo que imaginamos.
Por supuesto, al hablar de temas tan altos buscando ser fiel a la Biblia y las tensiones que parece que hay en ella, John Piper ha escrito un libro que no es fácil de digerir por momentos. La lectura de ciertos pasajes va a requerir una seria reflexión por parte del lector. Por eso, aunque lo recomendaría a nuevos creyentes, sería más beneficioso para tales, comenzar con un libro de teología menos exigente.
Sin embargo, todo el esfuerzo que demanda este libro vale la pena. Como Piper deja claro en varias ocasiones, no para el entretenimiento intelectual, sino para tener corazones avivados y abrumados por Dios. Este texto es profundamente devocional; sólido en teología bíblica, pero muy devocional.
Luego de haber leído decenas de libros de este pastor y escritor que ha sido de mucha bendición para mi vida, puedo decir que Los Deleites de Dios es la obra más importante que John Piper ha escrito. Este libro merece un lugar en toda biblioteca cristiana.