Ante lo que parece una avalancha creciente de rostros asociados al evangelicalismo aspirando a cargos políticos en nuestros países latinoamericanos, es natural preguntarnos: ¿Debemos votar por los políticos cristianos?
La respuesta puede variar. Considera lo siguiente en alguien que quiera tu voto y afirme ser creyente:
Examina su fe y cosmovisión
Solo porque alguien diga que es cristiano no significa que lo sea. Es posible decir “soy cristiano”, citando mucho la Biblia, sin afirmar el verdadero evangelio y las verdades cruciales en nuestra fe.
Esto debería ser obvio, pero tengo la impresión de que hemos olvidado advertencias bíblicas como las que vemos en Gálatas 1:9, Romanos 16:17-18, 2 Juan 9-10, y muchos otros pasajes.
Es crucial que examines a la luz de la Palabra, la cosmovisión que afirme o demuestre alguien que se postule a un cargo político; esto es, examina la manera en que esa persona ve al mundo.
Por ejemplo, las políticas e ideas que desea implementar o difundir el líder “cristiano”, ¿reflejan la justicia de Dios como es mostrada en su Palabra? ¿reflejan un conocimiento correcto de las mayores necesidades de las personas conforme a la Biblia? ¿Usan correctamente el nombre de Dios? El entendimiento del poder político que tiene, ¿es bíblico?
Examina los frutos en su vida
Tenemos la responsabilidad de examinar no solo lo que enseña un líder que afirma ser cristiano, sino también la manera en que vive. Debes prestar atención a sus palabras, pero también a sus acciones. “Por sus frutos los conoceréis…” (Mat. 7:15-23).
Por lo tanto, considera si esa persona vive como debería vivir un creyente con liderazgo: ¿Es un líder íntegro e irreprensible ante la iglesia y la sociedad? ¿Se caracteriza por la verdadera generosidad y piedad, o parece interesado en buscar gloria para él mismo? ¿Usa su ministerio como plataforma personal para él? ¿Es una persona que en verdad se parece al Jesús de la Biblia?
Examina su aptitud para el cargo que aspira
Por último, una persona puede tener la doctrina y cosmovisión correcta, la vida correcta, e incluso las intenciones correctas, pero aún así carecer de la aptitud requerida para ejercer bien un cargo político.
Somos llamados a hacer todo con excelencia, como para el Señor (Col. 3:17). La calidad de nuestro trabajo debería ser la mejor, donde sea que trabajemos, ya sea barriendo en la calle, haciendo edificios, diseñando ropa, extrayendo dientes en un consultorio odontológico, vendiendo frutas, o liderando a un país.
Así como la Biblia plantea requisitos para los pastores (1 Tim. 1:5-7), es de esperarse que un aspirante a funcionario público esté apto para el trabajo al que se postula. Esto es cuestión de sentido común.
Por ejemplo, si crees que alguien no debería someterse a una cirugía hecha por un hombre que no ha estudiado medicina, ¿por qué habrías de votar por alguien que quiere un cargo político sin tener los conocimientos y la aptitud necesarias para hacer su trabajo de la mejor manera?
Un político abiertamente cristiano pero incompetente en su tarea, tristemente representa un pésimo testimonio de nuestra fe. Y dificulta la tarea de la iglesia al enseñar un entendimiento bíblico de la importancia de la vocación y hacer nuestro trabajo para la gloria de Dios.
Un llamado al discernimiento
No está mal que un cristiano quiera incursionar en la política (aunque si se trata de un pastor, deberá considerar pasajes como 2 Tim. 2:4).
De hecho, ¡ojalá el Señor levante a más creyentes que quieran ser de influencia en el liderazgo de nuestros países! Creyentes capacitados para eso dotados de una cosmovisión bíblica. Pero solo porque alguien afirme ser cristiano, no significa que automáticamente debería tener tu voto.
Además, ya que la imagen de Dios no está del todo perdida en el hombre pecador que no ha creído el evangelio, los políticos no-cristianos a menudo pueden ser excelentes funcionarios. A veces ellos han sido favorables para la iglesia y el resto de la sociedad, bien preparados para sus cargos, y más cercanos a diversos aspectos de la cosmovisión bíblica que incluso algunas personas que afirmen ser cristianas y aspiren a cargos políticos.
Por lo tanto, al votar, examinemos bien las opciones, y consideremos el verdadero motivo de nuestros corazones muchas veces inclinados a ideas y anhelos políticos, representados en un líder evangélico que aspire a un cargo, que no están conformes al corazón de Dios.
Esto no es tan simple como parece. Hay muchas complejidades relacionadas imposibles de abordar en un artículo breve. Sin embargo, estos principios pueden ayudarnos a considerar si debemos votar por cierto “evangélico” o no. Hagamos esto mientras pedimos a Dios sabiduría para tomar decisiones correctas y confiamos en su gobierno sobre todas las cosas.
Recordemos también que la expansión del Reino de Dios no depende de las posiciones “poderosas” de los cristianos en este mundo, sino de la soberanía de Dios. Él es experto en glorificarse a través de la debilidad, como nos muestra el evangelio. Jesús, siendo poderoso, se hizo siervo y pobre en una cruz para ser exaltado hasta lo sumo (Fil. 2:5-11).
Hermanos, votemos con discernimiento.