“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16-17).
Si la Biblia es la Palabra de Dios, entonces nuestra actitud al escuchar un sermón es crucial si queremos conocerle más y vivir para su gloria. Debemos considerar con seriedad cómo escuchamos a Dios al leer y usar la Biblia (Luc. 8:18; cp. 2 Tim. 2:15). Las implicaciones de escuchar bien o escuchar mal son eternas.
Necesitamos ser mejores oyentes
En ocasiones podemos salir del servicio de adoración sintiéndonos poco edificados, pero el problema nunca está en la Palabra. Y aunque los sermones no bíblicos y los malos expositores son un problema real en Latinoamérica, muchas veces el problema no está en el predicador. Si somos honestos, cuando no somos edificados luego de ser expuestos a la Palabra, el problema está en nosotros.
Cuanto más pienso en eso, y en las veces en que he fallado al cuidar cómo escucho la Palabra, más entiendo que en muchas iglesias no solo necesitamos mejores predicadores, sino que principalmente necesitamos mejores oyentes.
Déjame compartir brevemente contigo algunas exhortaciones bíblicas, junto a algunos consejos personales, sobre cómo escuchar un sermón.
Antes del sermón:
1. Obedece en humildad lo que has aprendido hasta ahora
El autor de Hebreos explica que sus oyentes originales ya debían ser maestros de la Palabra, pero al momento no podían recibir enseñanza sólida aunque la escucharan, porque ellos hasta ese momento no habían puesto en práctica lo que habían escuchado y aprendido (Heb. 5:14).
Me temo que esa es la realidad de muchos de nosotros. Esto explica en muchos casos por qué personas que se congregan para escuchar la Palabra durante años no conocen tanto la Palabra como deberían hacerlo.
Además, en Santiago 1:21 leemos: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas”. Somos llamados a escuchar la Palabra siguiendo la santidad y obedeciendo a Dios, recibiéndola en humildad.
Si de lunes a sábado tienes tu mente enfocada en las cosas de este mundo en vez de tener tu mirada puesta en Cristo en agradecimiento por el evangelio, y desobedeces de manera consciente la Palabra (ya sea murmurando, quejándote, despreciando la oración, mintiendo, y un largo etcétera), eso contribuye a que el domingo la semilla de la Palabra no encuentre una tierra en tu corazón dispuesta realmente a recibirla (cp. Sal. 106:25). La esperanza está en que las misericordias de Dios son nuevas cada mañana: ya sea el domingo o el sábado en la noche o en cualquier momento, acércate al Señor en arrepentimiento y fe, buscando obedecerle con fidelidad.
2. Ora a Dios por todo el servicio de adoración
Muchas veces la razón por la que no escuchamos la voz de Dios a través de la Palabra predicada es porque simplemente no le hemos pedido a Dios que obre eso. Necesitamos orar como el salmista del salmo 119.
Al Señor le ha placido no darnos algunas cosas al menos que las pidamos a Él en humildad (Stg. 4:2-3). Nuestros corazones pecadores se inclinan a creer que las cosas buenas que obtenemos se deben a nuestros esfuerzos o la bondad en nosotros, cuando en realidad todo lo bueno que recibimos (incluyendo el amor por la Palabra de Dios y la comprensión de ella) viene a nosotros totalmente por gracia. ¡No subestimes la oración!
Ora por tu pastor, el sermón del domingo, tu iglesia, y tu corazón. Y no solo por lo que pasará durante la predicación, sino también en el resto del servicio mientras Dios obra en su pueblo congregado para adorarle y escuchar.
3. Prepara tu cuerpo físicamente
Hablando con muchos hermanos, me he dado cuenta que a veces la razón sencilla por la cual un sermón resulta aburrido o poco edificante, es porque pretendemos escucharlo sin haber comido o dormido bien.
Confieso que esto también lo sé por experiencia y tardé meses en notarlo. Es importante prepararnos bien para escuchar la Palabra. De otro modo, ¡puede que nos suceda como a Eutico! (Hch. 20:9).
Si buscamos estar físicamente preparados para eventos importantes, como un examen en la universidad o una reunión familiar especial, ¿por qué no buscarlo también para escuchar la Palabra de Dios?
Durante el sermón:
1. Esfuérzate por eliminar las distracciones
Parece que para muchos esto no es obvio, y por eso tenemos a gente que asiste a sus congregaciones y de alguna manera esperan ser transformados por la Palabra, mientras mantienen sus ojos en sus teléfonos y están atentos a las notificaciones que reciben.
Es trágico tener ante nosotros la Palabra de Dios siendo expuesta mientras estamos distraídos con otras cosas. La Biblia contiene advertencias contra esta clase de actitud que no se toma la Palabra de Dios en serio (cp. Hebreos 4:7).
Es verdad que algunas distracciones son inevitables (los bebés vienen a mi mente, como también si hay problemas de sonido o dificultades de calor o frío). Pero si queremos ser edificados, debemos esforzarnos por eliminarlas.
2. Enfócate en las implicaciones del mensaje para tu vida
A veces, al oír un sermón, pensamos cosas como: “esto es algo que Laura debería escuchar”, o “menos mal que Miguel está escuchando este mensaje, porque necesita ser muy confrontado en lo que el predicador está hablando”.
Esa actitud durante el sermón es un tanto orgullosa, como si no necesitáramos la Palabra predicada, y nos distrae de lo que el sermón nos dice a nosotros.
No siempre está mal pensar en las implicaciones de la Palabra para alguien más, pero nunca olvides que eres un pecador que necesita escuchar a Dios más de lo que piensas, y que el mensaje predicado es primeramente para ti.
3. Examina todo lo que escuches
Vivimos en una época en la que muchas iglesias han olvidado la importancia de tener discernimiento y examinar todo lo que escucha a la luz de la Palabra de Dios. Necesitamos ser como los bereanos (Hec. 17:11).
Debemos cuidarnos de las falsas enseñanzas, incluso aunque sean predicadas con honestidad.
Además, hay un sentido en el que toda iglesia tiene los predicadores que quiere tener. Si la congregación no es cuidadosa con lo que escucha ni espera seriamente que la Palabra de Dios se exponga de manera correcta desde el púlpito, eso puede contribuir a que el predicador no sienta la obligación de ser cuidadoso al abrir las Escrituras como debería serlo, y que incluso descuide la preparación de los mensajes y el estudio para elaborarlos.
Los oyentes que escudriñan todo conforme a la Palabra aprovechan mucho mejor los sermones que reciben, y eventualmente reciben mejores sermones.
Después del sermón:
1. Ora
¿Recuerdas lo que dije arriba acerca de que Dios muchas veces no nos da cosas a menos que la pidamos a Él? Lo mismo aplica luego de escuchar un sermón.
Agradece a Dios por su Palabra y el evangelio, adórale por su grandeza, y clama porque te conceda vivir conforme a lo que acabas de escuchar. Sin la oración no recibiremos el gozo que nos brinda Cristo y que nos transforma (Jn. 16:24).
Sam Storms escribe: “Nunca seas engañado a pensar que Dios te dará aparte de la oración lo que Él ha prometido darte solo a través de la oración”.
2. Obedece
Ahora que terminaste de escuchar un sermón, sabes un poco más de la Palabra de Dios que antes, y por tanto eres más responsable de obedecer a ella en agradecimiento a Dios por el glorioso evangelio de Cristo.
Nada puede endurecer más nuestros corazones que salir de la predicación de la Palabra y no estar dispuestos seriamente a vivir conforme a lo que escuchamos.
“Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos” (Stg 1:22).
3. Muestra gracia hacia el predicador
Si sueles escuchar a buenos predicadores en Internet o estás formándote como predicador, es posible que te veas tentado a ser hipercrítico con el predicador del domingo durante y luego del sermón, y pienses cosas como “esa ilustración no fue tan buena”, “el sermón estuvo mal organizado”, etc.
Eso incluso puede llenarte de frustración luego del sermón y desviar tu atención de lo que Dios habló a su iglesia a través de su Palabra, aunque en el sermón hayan habido algunas cosas que pudieron explicarse mejor. Creo que fue Charles Spurgeon el que dijo en una ocasión algo como esto: “algunos ministros siempre podrán predicar mejor el evangelio, pero nunca podrán predicar un mejor evangelio”.
Recuerda esa grandiosa verdad y extiende gracia al predicador del sermón como Dios la extiende hacia ti.
Es mi oración que el Señor nos conceda siempre escuchar su Palabra con la actitud correcta. Y si hemos fallado en hacer eso, reconozcamos nuestra falta y acudamos a Cristo: En Él hay más gracia que pecado en nosotros.
Una versión de este artículo fue publicada primero en Coalición por el Evangelio.