Dame 3 minutos y lee esto que quiero decirte. Soy tu amigo y te contaré la verdad sobre la pornografía.
En esta corta carta podría decirte que todas las personas que ven porno tienen algo en común: Arrogancia; pero de eso no se tratará esta carta.
También podría decirte que investigaciones neurológicas han revelado que el efecto de la pornografía en el cerebro humano es tan potente – si no lo es más – como el de sustancias químicas adictivas tales como la cocaína o la heroína (fuente), pero de eso tampoco se trata esta carta.
Podría explicarte incluso que la pornografía hace que (cada vez más) veas a las otras personas como meros objetos. Podría contarte que por eso la pornografía destruye tantas relaciones, ya que tu pecado siempre herirá a alguien de alguna u otra forma (incluso aunque esa persona no lo sepa), pero de eso tampoco se trata esta carta.
Podría decirte que cuando ves porno contribuyes a una industria que destruye la vida de miles de hombres y mujeres que hacen pornografía, pero de eso tampoco se trata esta carta.
Podría darte cifras espeluznantes sobre las ganancias económicas de la industria del porno y cómo los líderes en esa industria están chupando tu sangre y tu dinero (porque incluso aunque veas porno «gratis» en Internet, sigues pagando por él cuando pagas tu conexión a Internet y parte de ese dinero termina llegando a ellos de alguna manera) pero, de nuevo, ese no es el punto de esta carta.
Podría contarte a fondo que cuando una persona joven ve porno arruina su futuro, ya que el porno ayuda a la gente a caer en un conformismo enfermizo. Es mucho más fácil sentarte en la computadora y ver pornografía, que salir de las cuatro paredes de tu habitación y conocer personas, amarlas, enamorarte del amor de tu vida y disfrutar tu vida, pero de eso tampoco se trata esta breve carta.
También podría decirte que la pornografía es mala y citar en la Biblia versículos que hablan sobre eso, y estaría haciendo lo correcto, pero entonces mi mensaje estaría incompleto si eso es lo único que te muestro de la Biblia.
No quiero que simplemente le digas que «no» a la pornografía.
Quiero que le digas sí a algo mejor.
Al ser esclavo de la pornografía viendo porno de vez en cuando, estás tratando de hacer lo imposible: Ser feliz mientras eres esclavo.
Hoy quiero decirte que Jesús es la verdad y nos hará libres si lo miramos (Isaías 45:22, Juan 14:6; 8:32).
Yo lo creo y soy testigo de que es real.
El poder de Dios para salvarte de la pornografía es más fuerte que el poder de la pornografía para destruirte. Es más fuerte que tus ansias de ver porno y masturbarte.
Ser libre de la pornografía no se trata simplemente de decirle «no» al porno, sino de decirle sí a Jesús.
Y es que en realidad, tal y como un hombre llamado John Piper explica en este excelente vídeo que te recomiendo, la adicción a la pornografía es un síntoma del verdadero mal del hombre apartado de Dios.
En el corazón de cada uno de nosotros hay un hueco enorme que solo Dios puede abarcar y solo mediante Cristo podemos llenarlo. Él es el camino.
Tu deseo por Dios es más grande que tus ganas de ver pornografía, solo que no lo has notado hasta ahora y Dios quiere hacértelo ver.
Además, Dios quiere enseñarte y capacitarte para que disfrutes de forma correcta los placeres sexuales que Él creó sin que tengas que recurrir a la pornografía o maneras incorrectas de conseguirlos (La forma correcta es en un matrimonio que lo glorifique). Con Cristo puedes disfrutar los placeres sin que ellos te esclavicen a ti, y eso se debe a que el gozo en Dios es el mayor de los deleites y Él es la fuente de toda sabiduría.
Cuando estás satisfecho en Dios, no necesitas pecar.
Cuando tienes a Jesús, las cosas que no tienes no las necesitas.
Eso es lo que quiero decirte.
Si te arrepientes y pones tu mirada en Cristo, la pornografía no tendrá la última palabra en tu vida. La tendrá Dios. El poder de Su Espíritu es ilimitado para hacerte vivir cada día más de la forma en que naciste para vivir.
Dios nunca te soltará.
Jesús fue a la cruz por eso y mucho más que lo que podría contarte ahora.
Créelo.
Síguelo.
Atentamente, un ex-esclavo del pecado que ahora es libre y vive para contarlo.