Que levante la primera persona que alguna vez se haya sentido ofendida por alguien más.
A todos nos sucede.
Por lo general, luego de escuchar las palabras “espero que esto no te ofenda, pero…” ya SABES que vas a ser ofendido y te van a tirar un vaso de agua fría en la cara.
He estado allí al igual que todo el resto de las personas — y tú.
Photo: Zylenia |
Sin embargo, tanto los cristianos como las personas que aún no han recibido a Cristo como su salvador, tienen el tonto problema de que de vez en cuando ven ofensas donde no las hay.
Hoy te hablaré sobre este asunto y te motivaré a que decidas ser más feliz hoy. Tu día a día es importante y este post es un mensaje de alerta para ti. ¿Me acompañas?
Seré honesto contigo:
Sí, puede que le caigas mal a algunas personas. Sí, puede que hayan cosas que señalar o criticar en ti. Sí, puede que te ofendan o hablen mal de ti a tus espaldas. Pero la verdad es que la mayoría de las veces que nos sentimos ofendidos, en realidad no lo fuimos o la otra persona en realidad no tenía intención de ofendernos.
Me ha ocurrido varias veces y por eso te lo cuento.
Me he sentido ofendido por estupideces cuando en realidad nadie quería ofender, y a veces algunas personas se han sentido ofendidas por cosas que he dicho o hecho, cuando en realidad no quería ofenderlas.
Entonces hay dos lados de la moneda que hay que notar y ambos están mal:
- Tal vez una persona haga que otra persona se sienta ofendida por no amarla lo suficiente. Esto es lo más frecuente. En los pequeños detalles, como por ejemplo, darle atención a una persona cuando nos habla, también se demuestra el amor al prójimo. Es normal dar razones aparente, sin notarlo, para que alguien más se sienta ofendido,
- Una persona se siente ofendida (cuando en realidad nadie la ofendió) porque cree que no es amada como debería serlo — es más orgullosa de lo que cree que es. UPPPS!!
¿Quieres saber qué piensa la gente de ti? Muy poco (o casi nada), porque ellas ya están ocupadas viviendo sus vidas — o al menos la mayoría. Entonces, no tienen motivos para ofenderte el 90% de las veces y por eso no lo hacen.
Todos los seres humanos hemos tenido malentendidos o malinterpretaciones.
Irónicamente, sucede algo triste que me atrevo a afirmar: Los cristianos son las personas que se sienten ofendidas más fácilmente en todo el planeta. True story.
Es terrible que los cristianos se sientan ofendidos tan frecuentemente (y tengo la sinceridad de incluirme yo mismo aquí).
Es hora de que esto cambie.
Lo que sucede cuando te sientes ofendido:
Es imposible que una persona humilde se sienta ofendida. Cuando nos sentimos ofendidos, estamos viviendo erradamente.
Esto es algo curioso: Cuando nos creemos humildes, en realidad estamos siendo orgullosos, y cuando nos creemos orgullosos y queremos dejar de serlo, estamos siendo humildes.
Como podrás notar una vez que piensas en esto, nuestros peores momentos son cuando nos creemos mejores de lo que somos… y en esos momentos nos sentimos ofendidos cuando en realidad nadie nos ofende.
También sucede que cuando nos sentimos ofendidos, no estamos amando. El amor no piensa lo malo ni lo peor de las personas, ni las juzga injustamente (1 Corintios 13).
Te invito a pensar lo siguiente:
- Todas las veces que has ofendido a alguien o que alguien se ha sentido ofendido cuando no querías que se sintiera así.
- No tienes que tener la razón en todo.
- Si te sientes ofendido fácilmente, estás siendo muy sensible porque no negarte a ti mismo para tomar tu cruz y seguir a Cristo.
- Muchas veces las palabras de las personas van a doler (te las digan con mala intención o no), pero sentir dolor es diferente a sentirte ofendido. Pídele a Dios que te enseñe a diferenciar ambos momentos y superarlos sacando lo mejor de ellos para vivir mejor.
- Cuando estás juzgando a las personas, no estás amándolas.
- Dios quiere que ames incluso cuando te sientas ofendido por alguien o realmente te ofendan.
- Aunque la intención de alguien sí sea ofenderte, no debes darle cabida a pensamientos no edificantes en tu mente.
Lee también: Cómo aprender de las críticas para crecer.
Cuando le dejas de dar importancia a cosas que no la merecen, como el sentirte ofendido, tienes más de ti para darle a Dios y a tu prójimo. En Él está todo lo que tú y yo necesitamos, y podemos alcanzar la felicidad mediante una paz que no es de este mundo.
¿Te atreves a dejar de ver ofensas donde no ellas no están?