Pocas bendiciones en la vida cristiana son más grandes que poder cultivar amistades edificantes.
Necesitamos a personas en nuestras vidas con las cuales caminar juntamente la carrera de la fe para la gloria de Dios. Personas que nos confronten cuando hemos pecado y nos animen a perseverar en la gracia. Personas a las cuales también podamos ayudar a abundar en fruto y gozarse en el Señor sobre todas las cosas.
Sin embargo, no todos los creyentes disfrutan de esta bendición. ¿Cómo podemos cultivar amistades edificantes? Estos son algunos consejos breves que pueden ayudarte:
1. Prioriza servir en tu iglesia local
Deja de perder tiempo en redes sociales, Netflix, y videojuegos, e involúcrate más en tu iglesia local. Vive conforme a la Palabra, usando tus dones para servir a tu iglesia y siendo también edificado por ella (1 Pe. 4:10-11). En el camino encontrarás a otras personas que hagan lo mismo. Así es inevitable que surjan y crezcan las amistades edificantes en tu vida.
Si quieres tener compañeros de ruta en el camino de Dios tienes que andar por ese camino. Esos compañeros no van a estar afuera de ese camino viviendo como el resto del mundo. En otras palabras, no puedes cultivar amistades edificantes sin rodearte de personas que están siendo edificadas por Dios.
2. Medita en tu identidad en Cristo
Solo en Cristo somos justificados y adoptados por gracia delante de Dios (Ro. 5:1; Ro. 8:15). Esto significa que no necesitas la aprobación de las personas para vivir con gozo y seguridad. ¡Ya tienes el “me gusta” del Dios creador del universo! Sin embargo, constantemente los cristianos podemos olvidar esta verdad. Cuando lo hacemos, es muy atractivo rodearnos de personas que siempre nos aprueban y nunca nos confrontan cuando es necesario.
No podemos tener amistades edificantes si no volvemos una y otra vez a Cristo para recordar nuestra identidad en Él. ¿Por qué? Porque las amistades edificantes son aquellas que nos sacan de nuestra zona de confort, nos ayudan a lidiar con nuestro pecado, y nos recuerdan constantemente quiénes somos en realidad y quién es Dios en verdad.
3. Sé un amigo como Cristo
Una vez que estamos seguros y satisfechos en Dios —pues solo Él puede satisfacer nuestros corazones—, entonces podemos dejar de ser egoístas en nuestras amistades y reflejar más el carácter de nuestro Señor. No entablamos amistades edificantes buscando primeramente qué podemos obtener de ellas, sino qué podemos aportar siguiendo el ejemplo del Señor.
Nuestro Dios trino nos creó a su imagen para compartir con nosotros el gozo eterno que hay entre las personas de la Trinidad. Todos nosotros decidimos ser egoístas y darle la espalda, rebelándonos contra Él y haciéndonos merecedores de perdición eterna. Esto es claro a lo largo de toda la Biblia. Pero Él, por su gran amor, se hizo hombre para comprarnos con su propia sangre (Hch. 20:28). Jesús fue a una cruz para obtener nuestra reconciliación cuando éramos sus enemigos (2 Co. 5:18). Ahora nos llama sus amigos: “Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos” (Jn. 15:13).
Jesús nos enseña que la esencia de ser un buen amigo consiste en servir por el bien del otro. No experimentaremos gozo en nuestras amistades si somos egoístas, pues eso es ir en contra de nuestro diseño. Fuimos hechos para reflejar a nuestro Salvador. A veces amar a nuestros amigos e invertir en ellos se va a sentir como morir a nosotros mismos, pero esto es crucial en las amistades edificantes y nos traerá gozo a su tiempo (Gá. 6:9).