Doctrina. Una palabra que a millones de cristianos no les gusta. Por lo general la asociamos con terminología teológica que la mayoría de la gente ve insignificante, o peor, asociamos la palabra doctrina con el verbo adoctrinar, y creemos que ese verbo tiene que ver con lavarnos el cerebro.
Doctrina es la “palabra D”; la palabra que para muchas personas nunca debe ser nombrada en una iglesia. No obstante, la doctrina importa y quiero hacértelo ver en estas breves palabras. Lo que creemos, y en qué medida lo creemos, afecta profundamente la forma en que vivimos.
Todos los cristianos necesitamos conocer qué creemos, qué no creemos, y por qué. Así como hay doctrina correcta, aquella que vemos en la Biblia, hay doctrina incorrecta. Reconocer la diferencia es crucial para nosotros.
La doctrina correcta nos une y es esencial
Hay gente que dice que la doctrina divide a los cristianos, pero eso es un serio malentendido: En realidad la doctrina correcta esencial une a los verdaderos cristianos y los separa del falso cristianismo (Efesios 4:4-6).
Necesitamos saber que no todo el que dice ser cristiano lo es en realidad (Ver Mateo 7:21-23), y que aunque la salvación es sólo por fe, y por tanto para ser salvos no necesitamos tener una doctrina 100% perfecta con respecto a todo lo que se nos habla en la Biblia, nuestra fe debe tener contenido.
Nuestra fe debe fundamentarse realmente en la Palabra de Dios, en lo que ella muestra de Cristo y Su obra. Así es como tenemos una relación salvadora con Jesús, y así también profundizamos en esta relación una vez que hemos sido salvos. Por eso Kevin DeYoung afirma que “ser cristiano es mucho más que tener la doctrina correcta, pero nunca es menos que eso”.
Cuando alguien dice que lo importante es tener fe y no saber doctrina, no sabe lo que está diciendo en realidad. No puedes creer el verdadero evangelio si no sabes qué es el evangelio. Más aún, quienes dicen que lo importante es tener fe y no saber de doctrina, ¡están declarando como doctrina que no importa saber doctrina! Son contradictorios, y al decir que la enseñanza bíblica es irrelevante están hablando una doctrina que es de hombres.
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La doctrina correcta y la santidad
Aunque, como dije hace rato, no necesitamos tener una doctrina 100% correcta para ser salvos, lo cual es un alivio, todos los cristianos estamos llamados a conocer más lo que está en la Biblia (lo que en ella vemos sobre el fin de los tiempos, o la iglesia, o la historia de la redención, etc…) y hacerlo siempre centrados en el evangelio. De hecho, queremos conocer la doctrina bíblica porque Dios es asombroso y Él es digno de ser conocido y obedecido (como te hablaré más adelante).
No podemos crecer en santidad si no conocemos la Palabra de Dios. Si permanecemos en el amor de Dios daremos frutos, al permanecer en Sus Palabras, las cuales son para nuestro gozo (Juan 15:7-11). Recordemos que:
“Toda [la] Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).
Es por eso que la doctrina correcta importa demasiado para nuestro crecimiento y para la vida de una congregación. ¿Qué puede ser más arrogante que ignorar lo que Dios nos dice y tener congregaciones en donde no se hagan las cosas conforme a la Palabra de Dios?
En Hechos 2:42 vemos que una verdadera iglesia “[persevera] en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” ¿Tomas eso en serio?
Estar firmes en la verdad es vital. Necesitamos apartarnos del error cuando lo veamos. De hecho, todo verdadero cristiano es alguien que procura prestar atención a la enseñanza que Dios dio a los apóstoles y tomarse la Biblia en serio. De eso habla el apóstol Juan cuando escribe: “Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error” (1 Juan 4:6, énfasis añadido).
Por esto y más fue que Charles Spurgeon escribió:
“Nada hace a un hombre más virtuoso que la creencia en la verdad de Dios. Una doctrina llena de mentiras pronto engendrará una práctica llena de mentiras. Un hombre no puede tener una creencia errónea sin tener cada día una vida llena de errores”[1]http://www.spurgeon.com.mx/calvinismo.html.
Cuídate de la falsa doctrina
Debemos ser como los cristianos en Berea que examinaban a la luz de las Escritura todo lo que se les predicaba (Hechos 17:10-11).
El apóstol Pablo escribió a los cristianos en Roma: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17) y también nos advierte que “el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe, prestando atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1).
Pedro señala que “habrá también falsos maestros entre vosotros, los cuales encubiertamente introducirán herejías destructoras” (2 Pedro 2:1) y ante eso debemos estar alertas. Juan dijo: “Si alguno viene a vosotros y no trae esta enseñanza [la sana doctrina], no lo recibáis en casa, ni lo saludéis, pues el que lo saluda [se asocia con él] participa en sus malas obras” (2 Juan 10-11).
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La doctrina correcta y el amor
Es cierto que hay personas que saben bastante de sana doctrina pero no aman al Señor y son orgullosas en la forma en que tratan al prójimo. Eso es triste y la misma Escritura advierte sobre eso en varias ocasiones. Nada puede endurecernos más que la Palabra de Dios cuando no nos la tomamos realmente en serio. Pero la doctrina bíblica es necesaria para amar a Dios, y por tanto para amar a las personas.
Somos llamados a adorar a Dios en Espíritu y en verdad (Juan 4:23). Un amor a Dios que no parte del conocimiento de Dios, no puede llamarse amor a Dios en lo absoluto, sin importar cuan intenso, bonito o libre luzca. Es sentimentalismo porque carece de fundamento. De hecho, puedes llamar a ese “amor” idolatría, ya que no va dirigido al Dios verdadero.
Las únicas emociones que honran a Dios son las arraigadas en la verdad que Él ha revelado sobre Él. Son los sentimientos despertados y sostenidos por una comprensión creciente de Quién es Él y cómo obra. Por eso la verdad importa. Es posible conocer la verdad y no amar a Dios, pero es imposible tener amor por Dios sin haber empezado a conocer la verdad. Por eso “el amor se goza en la verdad” y por tanto quiere más de ella (1 Corintios 13:6). Es posible tener celo por la verdad sin tener amor, pero es imposible tener amor sin tener celo por la verdad.
Cuando conocemos realmente la verdad y la atesoramos en el corazón, somos hechos humildes por Dios porque la sana doctrina destruye nuestro orgullo al mostrarnos quien es Él y quienes somos nosotros. Eso nos lleva también a ser humildes en cómo tratamos al prójimo y nos impulsa a compartir con él la verdad que todo hombre necesita. ¿Qué puede ser más amoroso que compartir la verdad que Dios ha revelado en Su Palabra?
Oremos para que Dios nos conceda conocer y amar cada día más la verdad, y proclamarla como Él quiere que lo hagamos. En eso Dios es glorificado.
“El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios… para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4:11).
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